PROHIBIDO PROHIBIR

Dolor amargo

Dolor amargo

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Es el dolor amargo de un mundo de migrantes en busca de mejores condiciones de vida.

“… avive el seso e despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando, cuán presto se va el placer; cómo después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor…”

Gracias a mi maestro de literatura en la Secundaria 13 descubrí a Jorge Manrique que desde el siglo XV iluminó la literatura castellana. Cuando comenté mi asombro a mi padre, cuál no fue mi sorpresa que recitó de corrido buena parte de las Coplas. Era natural, recordé que el estudió en la Beno Juárez de la Glorieta Miravalle.

Además de retomar la tradición medieval de la vida humana como tránsito a la vida eterna, Manrique apunta al concepto renacentista de la permanencia ejemplar en la memoria de los vivos, en la historia y el devenir de la responsabilidad social.

Hoy, en el siglo XXI, al recordar su poesía y recitarla en voz alta, parece que el lamento permanece actual.

Es el dolor amargo de un mundo de migrantes en busca de mejores condiciones de vida.

Yo mismo soy migrante y ya afincado en California veo con una mezcla de rabia e impotencia el drama, la tragedia diaria de latinoamericanos, africanos, asiáticos y también europeos que tratan de atravesar México para llegar a la frontera sur de los EUA.

Por atracar en Lampedusa, por cruzar el estrecho de Gibraltar, de cualquier forma llegar a la tierra prometida. Ir a Grecia o a Turquía.

El tapón de Darién, antes inexpugnable frontera entre Panamá y Colombia, ahora es una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo, dominada por bandas de mafiosos que secuestran, asesinan, se dedican a comprar y vender esclavos, a la trata de personas sobretodo mujeres y niños.

Lo mismo pasa en la frontera mexicana con Guatemala, especialmente en los límites agrestes con Chiapas, donde la vida, materialmente ‘no vale nada’. Hacia el norte les espera un camino de desencanto diario.

Si tienen suerte y la fortuna, les acompaña ya sea por haber escondido un poco de dinero o por vender sus cuerpos como último remedio para sobrevivir, lograrán abordar la Bestia y cruzar el hostil territorio nacional, en condiciones insalubres, antihigiénicas, con heridas de guerra. Con la pobreza y la marginación en cada célula de sus rostros y la esperanza por seguir avanzando en la mirada.

Los gobiernos de los países expulsores tienen mucha culpa al auspiciar estas caravanas interminables. Son una vergüenza por decir lo menos. No tienen redención ni perdón. Venezuela, Haití, Colombia, Nicaragua, Ecuador, Perú, hasta Argentina, ahora expulsor, y los tradicionales, El Salvador, Honduras, Guatemala, Cuba y México en nuestra América. Debemos de generar las condiciones económicas y sociales para arraigar a la población en sus comunidades y hacerlos prosperar en los propios países de origen.

Lo mismo en Europa donde se repiten los fenómenos migratorios desde los llamados ‘people of the boat’ del siglo pasado y el éxodo de rusas y ucranianas e hijos por la guerra. Cabe señalar que, en general, ellas han sido más exitosas en su ruta de incorporación y aceptación en los EUA y en los países receptores europeos por sus atractivas cualidades físicas, su historia genética y la notoria discriminación que persiste, donde se prefiere a las de piel de su color con ojos claros.

Con el dolor amargo por carecer de suficiente agua potable, comida y elementales productos medicinales, y de higiene personal, los migrantes, hacinados en las góndolas ferroviarias, comparten espacios para respirar acompasados en el vaivén del rodar en temperaturas extremas de calor y frío.

La prensa en los noticieros diarios relata la tragedia y critica a los gobiernos. Muy bien hecho. A continuación, uno se pregunta: ¿qué hacen ellos que conocen las carencias? ¿Qué sus periódicos, televisores o radiodifusoras no pudieran adquirir y repartir varias pipas de agua para refrescarlos? ¿Qué dice la Biblia en cuanto a dar de comer a los hambrientos?

En esto de recordar también se vale considerar cómo el arte ha servido para subrayar carencias y tragedias. En ello el cine ha sido una maravillosa lección de amor y dolor. De contrastes y aventuras.

Entre otras películas del neorrealismo italiano sobresalen para mi gusto Silvana Mangano y Vittorio Gassman en Arroz Amargo, donde un collar robado es el pretexto del drama humano de ‘arroz/comida’ y ‘amarga risa’.

Es asombroso que por un puñado de arroz hoy los migrantes revivan el viaje en tren entre ilegales (sic) o sin papeles en busca de un lugar para cultivar en el paraíso texano o californiano.

Los cuerpos mancillados al trepar la barda o cruzar el río serán devueltos a México o a sus países de origen porque un grupo de burócratas decidió que no cumplieron los requisitos de llenado de formatos y solicitudes de asilo.

Ya somos muchos, muchísimos los migrantes y algunos como la sexualizada Mangano no serán cubiertos por granos de arroz sino por lodo.

Tal vez alguna cruz en el camino los recordará para siempre.

O serán un número más en las bandas de narcos que los esclavizan.

Entre tanto, en las elecciones estadounidenses del año próximo los migrantes serán la moneda de cambio que definirá al ganador. Mientras más expulsen, mientras menos acepten, mientras más culpa viertan a los vecinos, más posibilidades de ganar la presidencia y el Congreso.

Los republicanos desde ya se frotan las manos, contando los muertos, los lisiados, los expulsados. Las millas de muros y bardas construidas.

En el camino quedan las lágrimas, el dolor y alguna que otra risa amarga, tímida, escondida porque de todos modos son inmigrantes en busca de trabajo, de paz y decoro perdidos.

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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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