PARRESHÍA

Ginecopatriarcado

Ginecopatriarcado

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La democracia no se adultera sin prostituirla.

Democrático sería haber construido una verdadera agenda programática en favor de las mujeres. Democrático, pelear por mayores recursos presupuestales para causas femeninas. Democrático, organizar un partido feminista. Democrático consolidar una organización social plural y omnicomprensiva de los temas femeninos y no capillas exclusivas, excluyentes y enfrentadas entre sí. Democrático apoyarse mutuamente en los hechos, no meterse el pie y darse de puñaladas en los juegos del poder. Democrático, dignificar siempre el papel de la mujer en la política, y no sólo, en ciertas ocasiones, llenar espacios. Democrático sería no imponer expresiones rituales y vacuas supuestamente correctas. Democrático, verdaderamente democrático sería no prefigurar resultados electorales por cuotas de género antes de procesar, incluso, la postulación de candidaturas.

Pregúntenle a Claudia y a Xóchitl qué piensan hoy y aquí de los candados de género.

La democracia es sumamente endeble y compleja en sí misma para, por encima de sus propios embrollos y debilidades, imponerle requisitos artificiosos e interesados. La democracia no se adultera sin prostituirla.

El feminismo en México hace mucho equivocó el camino: la equidad de género debe ser consecuencia, no imposición. Cultura, no cuota. Las militancias y las candidaturas se construyen, crecen y merecen en los hechos y en los resultados; siempre en el tiempo y en el esfuerzo; no se forzan, no se encajan; ni aún en razón de género. Pre—imponer resultados a la democracia, ¿no es acaso una especie de machismo? ¿Imponerlos por género no es una versión de gineco—patriarcado?

La democracia por esencia no puede ser ni feminista ni machista: o es enteramente libre, incluso del género, o no lo es.

No nos equivoquemos, la democracia no es cuestión de número, es de calidad. Podremos colmar las cuotas políticas de mujeres y a la democracia de tómbolas y encuestas, y hacer, sin embargo, aún más grave el daño a las condiciones de vida de la mujer en México.

Baste con voltear a ver a Guerrero y Acapulco.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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