PARRESHÍA

El paradigma Murat

El paradigma Murat

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La felonía, la prevaricación, la alevosía, el cinismo y la desvergüenza como política en México.

Deleznable, por decir lo menos, la media renuncia de los Murats al PRI. Desnuda plenamente su catadura. El hijito golpeando desde fuera, mientras el padre cava desde dentro. Cuán fuerte no habrá llegado a ser el otrora partido hegemónico que estos dos han podido medrar de sus ruinas y miseria dos vidas enteras.

Su pacto con López Obrador viene desde antes del 2015, entregándole Oaxaca y emasculando a la Fundación Colosio de toda capacidad de pensamiento y deliberación.

Deleznable en sí, más no sorprendente: genio y figura; origen y destino. Nada nuevo bajo el sol.

Lo rescatable es el fenómeno de normalizar de la felonía, la prevaricación, la alevosía, el cinismo y la desvergüenza como política en México. Han sido tan trastocados nuestros valores que ya no sabemos distinguir el bien del mal, la verdad de la mentira, lo noble de lo miserable, al truhan del virtuoso. La desmesura de la razón.

Olvidamos Acapulco para manifestar por el asesinato de un juzgador más conocido por sus TikToks y guardarropa que por sus sentencias, aplaudimos que la cuota mate a la democracia, perdemos un sexenio tratando de explicarnos la locura en lugar de señalarla, somos incapaces de reconocer que México es ya una desgracia sin futuro y preferimos jugar el distractor de las sucesiones, cerrar los ojos a la quiebra financiera nacional y negar la militarización sin golpe de Estado.

Murat hijo, como tantos otros, cual Zaldívar, vestirá pronto el chaleco guinda y pontificará democracia entre nubes de incienso, mientras su padre termina de vaciar lo poco que queda del PRI. Si antes no lo hace Alito.

Ese es el paradigma del político en México, salpimentado con la deshonestidad cobarde de Ebrard y Monreal, y coreografías asociadas.

PS. — Buscamos democracia y procreamos monstruos confundiendo principios con voracidades.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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