Los suspiros por la democracia

Promotores del pánico colectivo de que nuestra libertad está amenazada por los aspirantes a dictadores, son una constante que aterroriza a los amantes de la democracia.

Comulgo con la pasión por la libertad, el firme respeto a la decisión de las personas por hacer lo que les venga en gana, dentro del marco de las leyes y la ética. Pero no seré defensor del miedo a perderla.

No hay peor consejero que el miedo, que el fantasma que nos asusta y motiva a realizar toda clase de conductas, impulsados por tan negativa emoción.

Si hemos de defender nuestra libertad, que sea por amor y no por miedo.

En psicología política sabemos muy bien que el miedo es una emoción gestada para manipular, es una inducción a vivir con las sensaciones más primitivas y que facilita que actuemos de manera equivocada y en ocasiones agresiva y pasional.

Me resisto a defender la democracia y la libertad implícita por miedo. Elijo mejor el amor a ella. Me hace mucho más sentido.

Los valientes luchan por lo que creen, por lo que aman, cuidan su vida de cualquier peligro, se esfuerzan por alcanzar sus ideales, en cambio el miedo propicia la huida, el resguardo, la cobardía y el deseo de pelear para defenderse por estar asustados.

No creo en los promotores del miedo, en los profesionales que promueven fantasmas, verdugos, victimarios, mounstruos, guillotinas y ahorcados.

Creo en el amor a la vida, en el encanto de los bellos ideales, de las honrosas luchas por los grandes valores, en el empeño por alzar con orgullo y honor a la dignidad humana. En luchar por todo lo que vale la pena, con la convicción inteligente de un esfuerzo por lo mejor que tenemos.

Suspiramos por incrementar la realidad de una auténtica democracia, que pondere el valor de la consciencia y la responsabilidad por decidir el tipo de gobernantes y políticos que tomen las riendas de nuestro actuar en los cargos públicos.

Pero desdeño a los espantapájaros de la concordia, a los trituradores de la unión colectiva, a los que acribillan la solidaridad y anulan el respeto y el diálogo. A los que muelen el respeto a los que pensamos distinto.

Democracia es libertad, es optimismo, es alegría por crear, edificar, por construir una mayor consciencia de responsabilidad colectiva por el bien común, por el equilibrio y la justicia social.

No se puede apoyar la discordia, el conflicto, la pugna, la disonancia, la cerrazón, la concentración del poder en pocas manos, el centralismo de la información y las decisiones autoritarias y unilaterales.

Pugnamos por el amor a la diversidad, al ejercicio de la pluralidad, por un pensamiento crítico y propositivo.

El populismo le hace daño a la democracia, se aferra al privilegio de unos cuantos, al convencer a los pobres que son sus Salvadores, que existe un enemigo en común, que hay que derrocar a base de mentiras, falacias y engaños patrocinados por la propaganda y la manipulación mediática.

La democracia se fortalece con más conciencia ciudadana, el enemigo a vencer es la ignorancia, el desinterés y la falta de participación en los asuntos públicos.

Los populistas se empeñan en apropiarse de la sabiduría popular y son ellos los únicos que saben lo que el pueblo necesita para progresar, se convierten en unos paternalistas y acaban con la posibilidad del crecimiento y la madurez del pueblo. Buscan seguidores incondicionales, súbditos y en fin un pueblo convencido y sometido. Que ya no tengan capacidad de decidir y elegir, como lo pide la democracia.

Suspiramos por una democracia participativa, libre, con mayor consciencia y capacidad de análisis y ese esfuerzo es el que muchas personas aún no quieren hacer. Prefieren que otros piensen y decidan por ellos.

En la democracia queremos que cada quien asuma su compromiso y ejerza su punto de vista y tome decisiones, no que se convierta en seguidor incondicional de un populista.

La tarea sigue siendo promover una mayor libertad y cultura, una mayor capacidad de analizar y pensar. Eso lleva más tiempo y esfuerzo, pero vale la pena.


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