Houston, we have a problem
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Javier García Paniagua me contaba que el lanzamiento de un candidato es la prueba más difícil y delicada del sistema presidencial mexicano. Es como un despegue, decía, donde pones a prueba toda la potencia, diseño, ingeniería y estado del avión; donde todo en él es sometido al mayor de los esfuerzos, hasta el último de los tornillos y soldaduras; donde se demuestra el poder poder.
En el viejo priísmo hegemónico la campaña era un paseo por las nubes; sólo había que evitar tormentas. Eso ya cambió, porque ahora las campañas son tormentas y vacuidad. Pero, en fin, ese es otro tema.
Finalmente, la elección es el aterrizaje, decía Javier, donde no es un asunto de potencia, sino de pericia, cálculo, precisión, realismo, coordinación, arte y suerte.
Concediendo que su símil es más aplicable al pasado que al presente, podemos aceptar que en general el lanzamiento requiere de toda la potencia del partido, la campaña de estrategia, planeación, táctica y ejecución; y la elección de precisión relojera.
Pues bien, el lanzamiento de Samuel fue un fracaso no imputable a nadie más que a los responsables del mismo. No fue la pista, ni el viento, ni algún obstáculo o sabotaje de la nave. No fue una causa externa, por más que así lo quieran hacer creer. Se lanzaron sin gasolina, sin plan de vuelo, sin autorización de la torre, sin luces, por la pista equivocada y queriendo imponer por sobre toda la ciencia aeronáutica su capricho, su necedad y su frivolidad. Sus comunicaciones a la torre de control fueron contradictorias, absurdas, necias, falsas, interesadas, no creíbles. Sus acciones reactivas, apresuradas, tramposas, desaseadas, violentas.
Piloto y copiloto no revisaron completamente el checklist y se dieron cuenta a la mitad de la pista que no podrían alcanzar la velocidad de despegue, que llevaban las puertas abiertas y que no tenían autorización de despegue porque no hicieron bien su tarea. Por poco y estrellan la nave sin siquiera haber logrado despegarla.
Entendible: estaban ocupados haciendo cancioncitas y videos.
A Samuel no lo bajó nadie, más que su impericia y narcisismo.
Posiblemente el miedo. En el IMCE (Instituto Mexicano de Comercio Exterior) había un director que presumía que nunca tomaba vacaciones. Cuando llegó Adrian Lajous le ordenó vacaciones forzosas de un mes: "Cuando alguien no se despega del escritorio, dijo, es que algo oculta". Y fue el caso, el desorden de su dirección era generalizado.
Pero en fin, Samuel y la esposa, a la que no lanzan porque no alcanza la edad, le siguen hablando al espejo. ¿Les contestará?
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