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El carácter nacional

El carácter nacional

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Es un retrato simbólico, como si fuera muestra de la forma en que los mexicanos vivimos y trabajamos, solos, sin jugar en equipo.



Frente a mi, de espaldas, mientras espero que llegue mi turno para el registro de mi boleto en el mostrador de Aeroméxico rumbo a la muy conflictiva y querida CdMex, me distraigo viendo que en la calva enorme del vecino de enfrente crece sólo una enorme cana, un solo pelo en solitario, largo y blancuzco, que se mueve al aire con lentitud y pereza, como señal decadente del agobio en la cabeza antes tupida, hoy despoblada.

Es un retrato simbólico, como si fuera muestra de la forma en que los mexicanos vivimos y trabajamos, solos, sin jugar en equipo.

Por eso es malísimo, de dar pena ajena, el tri de todos, el tricolor que no sabe ganar, los seleccionados no meten goles ni con la puerta abierta, vaya ni en los entrenamientos de calentamiento.

En general, somos incapaces de destacar en deportes de conjunto, salvo en nado sincronizado, lo que es una grata excepción.

Somos una sociedad individualista que no sabe ni quiere ganar para beneficio de todos. En política ello es obvio. Véase el desastre en los partidos políticos, así como en la mayoría de los gobiernos estatales y municipales. Desde Tijuana donde la ineptitud y confrontación de la gobernadora y la presidenta municipal se muestran todos los días, en perjuicio de los ciudadanos; hasta Chiapas, donde el crimen organizado y las narcobandas mandan en zonas antes pacíficas esquilmando a los migrantes y a quien se deje. No pasa nada dicen.

Se dice que los cangrejos en México al sentir el agua caliente todos hacinados en la olla tratan de salir hacia el mar, entonces los otros los jalan hacia adentro, todos juntos se cocinarán para deleite de extranjeros.

Más aún, ¿será cierto que los mexicanos disfrutamos la derrota? ¿Que sentimos la victoria como una pesada responsabilidad? ¿Que somos buenérrimos para repartir culpas. Para explicar porqué no se pudo. Para cantar el hay se va?

El caso de Samuel García lo muestra. El show debe continuar con tintes de adolescente berrinchudo, con la Corte en su contra porque así son. Y un Congreso vergonzoso y vergonzante panpriista, ¿Qué esperaban? ¿Que los ministros partidistas votaran a favor de la competencia contra la innombrable vulgar? ¿Que el Congreso de Nuevo León actuará en apoyo del partido que ganó la gubernatura? En cambio, apoyaron con descaro los intereses del Frente y su candidata que además usó la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara para adornarse con la presentación de un libro que ella no escribió mientras Fosfo Fosfo le pegaba bajo la amplia circunferencia de flotación.

Es cierto que priva en nuestro ánimo la conocida negatividad, ese pesimismo que impide avanzar con consciencia y certeza para construir grandes proyectos sociales. Y no es que no se hagan, solo que cuestan mucho más, entre que decidimos el primer paso, repartir responsabilidades y culpas. Avanzar para derrotar la incuria, el egoísmo.

Por ejemplo, ha habido un rosario de críticas a la megafarmacia que albergará eventualmente “todas las medicinas del mundo”.

Es cierto, se antoja un proyecto complejo, que mereció mejor planeación y tiempo. Que parece fruto de una ocurrencia de fin de sexenio, ante la carencia de medicinas, tantas veces denunciada.

En lugar de insistir en ello podríamos decir: ¿En qué ayudo...? ¿Qué se necesita? ¿Cómo se resuelve mejor el problema?

Sin embargo, apostamos en principio al fracaso de los distintos, especialmente desde las trincheras de los que han sido afectados en sus intereses de negocios y tradicionales privilegios.

‘Que no hay nada ahí, que era de Liverpool la o las bodegas, que las cámaras de refrigeración son muy costosas, que no hay nada’ Un largo etcétera que revela, cuando menos, mala leche y pesimismo. La manipulación informativa de los famosos locutores, analistas y de los promotores de la debacle anunciada, que, para su amargura, no ha hecho crisis aún.

No ha habido devaluación, como la anunciaron; la economía crece, las remesas llegan, la inflación ha bajado, la inversión extranjera aumenta.

Ya se anunciaron los nuevos salarios mínimos. Sin duda, un buen logro tripartita, con alzas impensables antes, del 20% anual.

Entonces declaran que la inflación hará nugatorios lo nuevos salarios. Que ante la futura inevitable inflación habrá sido un error estos aumentos nominales. Nunca se les da gusto a todos. Por más absurdas que sean sus cuestionamientos y mentiras.

A propósito, recuerdo que en la entonces Comisión Nacional de los Salarios Mínimos trabajé muy joven, del lado del sector obrero. En un minicubículo estábamos varios hacinados, después de estudios detallados sobre el alza de precios y su impacto en la economía popular, concluimos que el poder adquisitivo había perdido cuando menos 12% en los últimos meses, en bienes primarios imprescindibles de consumo. Por tanto, debiera de tomarse en cuenta esa cifra a la hora de negociar. Pues bien, el alza fue mínima y llegó como instrucción presidencial, sin discusión alguna. El jefe, por su parte, logró ser diputado del montón en la siguiente legislatura federal.

Recuerdo que don Fidel, el de ‘quien se mueve no sale’, líder eterno de la Confederación de Trabajadores de México, la poderosa CTM, pasó una mañana a saludar al equipo ‘combativo’ y a agradecer la batalla. El líder sabía mucho.

Recuerdo que nos saludó uno a uno con deferencia inusual. Su mano derecha inflada y regordeta me llamó la atención por su textura y color. Desde entonces, comprobé que una muestra de carácter y poder, es el tipo de apretón en el saludo. Una muestra más de subordinación y dominio entre políticos y poderosos.

Hoy es cabal reconocer que el acuerdo logrado de 20% de aumento en el salario mínimo muestra un significativo avance. Es un incremento mensual que servirá para apoyar la economía de los trabajadores bajo contrato y el reparto de beneficios productivos. Es una muestra de capacidad política cuya relevancia no debiera regatearse, como se ha hecho, en otro capítulo de manipulación informativa. De olvido mediático.

Con pompa, discursos y música se inauguró el aeropuerto de Tulum cuya construcción y operación se encargó a militares, que recibieron reconocimientos públicos como si de verdad lo requirieran.

A mi parecer, debieran de enfocarse en combatir la inseguridad y la violencia, debieran volver a sus cuarteles y no ser ‘ajonjolíes de todos los moles’. Ojalá pronto se cuente con un cuerpo policíaco eficaz consolidado en el profesionalismo de la guardia nacional.

Y en cobertura nacional el conocido locutor nacido en España alabó sin mesura a ‘don Hernán Cortés, héroe epónimo’ y para muchos aventurero sifilítico, como lo pintó Diego. Tal vez el carácter nacional es como es porque aún no sanan las heridas. No se comprende cabalmente que no somos indígenas, ni españoles. Somos mexicanos. Mezcla de la fusión dolorosa de dos culturas, con las cualidades y defectos de ambas. Donde los blanquitos siguen avasallando a los demás.

Donde está de moda que los cargos políticos se definan según el género y no necesariamente según las capacidades. Donde ha prevalecido el arrepentimiento, tan en boga, por el maltrato y la discriminación tradicionales al bello y admirable sexo femenino. Donde se insiste en pagar la penitencia mientras los feminicidios persisten.


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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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