PROHIBIDO PROHIBIR

¿Cumplir la ley…?

¿Cumplir la ley…?

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La clase dominante ha establecido un marco legal que prioritariamente es protector de sus propios intereses y de la reproducción del capital para sus propios fines de clase.

Se trata de calificar el conocido acerto “la Ley es la Ley” y al respecto, ‘háganle como quieran’.

Es el modo de producción dominante el que determina la forma, organización y alcances de las relaciones jurídicas sociales, familiares y gubernamentales en los distintos países y comunidades.

Así se establece el llamado marco legal para
promover certidumbre y equilibrio en las transacciones e intercambios en los ámbitos económico, financiero-comercial, artístico, deportivo, entre empresas y personas físicas, desde el nacimiento hasta la muerte.

Donde se establecen los requisitos para fortalecer matrimonios y fortunas, empresas y conglomerados transnacionales, leyes de herencias y reproducción de intereses en partidos políticos, gobiernos; la paz y la guerra.

Se acuerda que la ley busca principalmente mantener el orden y la paz social, resolver conflictos y disputas y proteger las libertades y los derechos de las personas públicas y privadas.

La cuestión clave a lo largo de la historia es que existen leyes justas y leyes que paradójicamente son injustas y que afectan negativamente la calidad de vida y dignidad de los sujetos.

Claramente la clase dominante ha establecido un marco legal que prioritariamente es protector de sus propios intereses y de la reproducción del capital para sus propios fines de clase.

Por ejemplo, en México, destaca la transferencia de deuda privada hacia obligaciones públicas en el Fobaproa, de la época zedillista, que empobreció aún más a las mayorías mientras que a los deudores privados los protegió.

Muchas leyes, aunque pudieran parecer necesarias para consolidar el bienestar de ciertos grupos sociales son claramente injustas. De ahí la consideración que se plantea con regularidad: ¿se deben de cumplir y respetar las leyes injustas?

Martín Luther King claramente incumplió y protestó contra leyes socialmente discriminatorias e injustas.

En efecto, los libertadores, filósofos, revolucionarios y demás actores políticos más destacados han denunciado las injusticias y chipotes que contiene la ley en todos los ámbitos de las relaciones humanas. Desde la conformación de gobiernos y sus poderes fácticos, como una Suprema Corte comúnmente ajena a los intereses de las mayorías hasta la prohibición que afecta decisiones personales en embarazos no deseados, matrimonios entre personas del mismo sexo, feminicidios sobreseídos, olvidados, desapariciones, asesinatos, fraudes; en fin, abusos que la ley permite… y protege.

Sin exagerar hay miles de presos no sentenciados, que por falta de recursos permanecen en las cárceles y debieran de estar en libertad, mucho más allá de las conocidas explicaciones de procedimiento burocrático o procesal.

En cambio, hay otros sujetos que debiendo claramente ser llamados a cuentas por fraudes y corruptelas, gozan de protección y libertad, amparados en el exceso y retorcimiento de las leyes y su interpretación maniquea.

En nuestro país el poder Judicial ha sido reiteradamente señalado como infractor de la Ley Suprema o Constitución General de la República y ese poder ha sido incapaz de demostrar lo contrario.

En las contradicciones de nuestra sociedad destacan las arbitrariedades de jueces, magistrados y ministros, prestos a alargar la mano para favorecer al mejor postor.

Ningún mexicano en su sano juicio quisiera pasar horas y horas en el ministerio público y sufrir las consecuencias de su osadía ya sea por faltas nimias o graves. Es un infierno social, antesala de los círculos dantescos de las prisiones del país.

Mientras, los encargados de impartir justicia en México son los primeros artífices y promotores de un sistema de descomposición legal que manipula la ley y su interpretación en su beneficio y el de sus socios.

Como dijera Eduardo Galeano: ‘Es el combate entre los indignos y los indignados’.

En la decadencia e incultura actuales, ‘el contrato matrimonial importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo y la misa más que Dios’ (El Libro de los Abrazos, Eduardo Galeano).

Hoy en día en México el ‘pueblo bueno, culto, educado’; asalto’ las tiendas desoladas de Acapulco después del huracán y se llevó a crédito impago lo que más pudo, se necesitará o no’.

Hasta el secretario particular de la presidenta municipal en turno, que, al ser captado en cámara en el acto, tuvo que renunciar a su puesto. no por decoro, sino por tarugo, al haberse dejado fotografiar (sic).

En tanto, las narcobandas siembran su ‘ley’ en amplias zonas del país donde no se cuestiona la justeza del desorden impuesto sino la necesidad de sobrevivir.

Hay una esperanza remota en el desorden, la propia sabiduría constitucional plantea la factible no observancia obligatoria de leyes injustas.


Así que de lo que verdaderamente se trata es de modernizar el vergonzoso sistema jurídico nacional y castigar a los responsables del caos.


Según Tomás de Aquino , ‘una ley injusta no es ley en absoluto’ . Según Gandhi, ‘cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer’.


En suma: cuando no se respetan los Derechos Humanos o solo parcialmente, la ley y ordenamientos que de ella emanen son injustos por naturaleza.

La Independencia, la Reforma, la Revolución son ejemplos de desobediencia e incumplimiento de las leyes vigentes en su momento. Cada una de estas etapas de nuestra consolidación nacional es una notable lucha contra las injusticias y la maquinaria legal de abusos, desde la abolición de la esclavitud, la extinción de la propiedad eclesiástica improductiva, el reparto agrario, el artículo 3º, el 27, el 123.


Nunca más debieran de prevalecer leyes injustas por más que los mismos de siempre repitan hasta la náusea la cantaleta de que la Ley es la Ley.

En breve celebraremos la Navidad de Jesús de Nazareth, ejemplo y símbolo de un nuevo orden de convivencia legal y espiritual que inspiró con su vida y sacrificio la justicia para todos en las iglesias de Cristo.


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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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