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Desaparecidos

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Insisto, no importa si son oficialmente un poco más o un poco menos los desaparecidos. Lo relevante es contar con un sistema de ubicación y confirmación certera para encontrarlos.

Cuando el rio suena, lleva piedras.

Es imposible dejar de repetir, de subrayar, que un solo desaparecido, uno solo, es y será siempre una tragedia.

Que es muy complicado, inaceptable, vivir en un país donde a diario desaparecen principalmente jóvenes, mujeres y niñas que se convierten en carne de cañón, en un número que se ubica en el cajón de estadísticas públicas o privadas, según sea el tinte ideológico o partidario de los expertos, según convenga a tal o cual candidata o candidato.

Quedarse en la discusión de insistir si acaso son miles o un poco menos de miles los desaparecidos es malgastar el tiempo.

Como decir, sin prueba alguna, que la reducción de homicidios en el total estadístico es por la mayor suma en la contrapartida de desaparecidos.

En cambio, encontrarlos y confirmar su destino es un logro importante que merecemos todos y que da certidumbre y confianza en las autoridades responsables.

Ello debe de contribuir a combatir a los culpables de las desapariciones y castigar a los cada vez más sofisticados cárteles y narcobandas criminales.

Lo demás es el juego del Tío Lolo. Insisto, no importa si son oficialmente un poco más o un poco menos los desaparecidos. Lo relevante es contar con un sistema de ubicación y confirmación certera para encontrarlos.

La sociedad vive en general con miedo, en espera de saber cuándo le toca padecer aún más en propio pellejo ante la incapacidad del Ejército, la Marina, la Guardia Nacional, policías y demás para tener un sistema confiable de seguridad y combate efectivo contra las narcobandas y cárteles que un día sí y otro también hacen de las suyas notoriamente en pueblos y grupos marginales.

Los criminales desaparecen a ciudadanos inocentes y también a otros involucrados en negocios ilegales de pésima reputación. Primero los pobres.

Los cobros de piso están a la orden del día y los secuestros y eventualmente asesinatos a migrantes se han incrementado en términos factoriales al 100.

Centro y sudamericanos en su mayoría padecen la trágica travesía desde la frontera sur con Guatemala hasta los EUA.

Miles llegan a Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Sonora y Baja California después de vicisitudes y abusos para ser deportados a sus países de origen por autoridades mexicanas, presionadas por la política migratoria del presidente Biden, que intenta cambiar votos republicanos para apoyar militarmente a Ucrania frente a Rusia por el recrudecimiento de controles mexicanos inducidos contra la multitudinaria e ilegal, según sus propias leyes, migración actual.

Las miles de solicitudes de asilo desde medios electrónicos para obtener y confirmar citas con agentes migratorios estadounidenses están saturadas y funcionan a paso de tortuga como las fiscalías mexicanas para responder a los crímenes de los agentes mexicanos migratorios como el incendio en Juárez, que ocasionó la muerte de venezolanos encerrados, cuando no encontraron la llave para abrir la puerta ante el incendio provocado como protesta por maltrato. Las autoridades mexicanas, tan campantes, siguen buscando las llaves. Kafka es por propios méritos su santo patrono junto con la reverenciada Santa Muerte.

Después de meses de sufrimiento, los afortunados migrantes que logran cruzar a los EUA son ubicados con un monitor electrónico instalado en el tobillo. No somos criminales, dicen, pero son tratados como tales.

Que vergüenza para nuestra historia de puertas abiertas que se contribuya a ser el instrumento de contención estadounidense por las amenazas y chantajes de nuestros vecinos, más ahora en vísperas de elecciones presidenciales y cuando Trump, según las encuestas, lleva la delantera frente a los demócratas, con altas posibilidades de regresar a La Casa Blanca, lo que sin duda significaría el restablecimiento de más crudas políticas antiinmigrantes y ataques contra nuestro país.

Como referencia, recientemente se cerraron por unos cuantos días las puertas de las comunicaciones comerciales ferroviarias en la frontera, con enormes costos económicos para ambos lados y mayores afectaciones a la población mexicana vecina de Texas.

En esta época de fin de año a pesar de la enorme relación fronteriza se aprietan los controles y pasos de automovilistas y peatones. Los cruces de la línea de sur a norte han llegado a tardar hasta 6 horas de espera, a lo que han contribuido en Tijuana, tanto en Otay como en San Ysidro, la absurda política de listoncintos amarillos para control del flujo vehicular y que es fuente de corrupción, de prepotencia y mayor pérdida de tiempo.

Además, es preciso recalcar la visita a la CdMéxico de otra delegación estadounidense de ‘alto nivel’ para apretar tuercas. Tal vez presionar con amenazas del establecimiento de aranceles como en el pasado y del uso de todos los demás instrumentos disponibles de índole económico-financiero e incluso militar, de no actuarse como barrera de barreras. Otro muro de lamentaciones.

Recientemente a su indigna actuación habrá que hacerlos responsables de la muerte de un migrante haitiano y otro venezolano atrapados en los alambres de púas y el lodo del Río Bravo por la instalación de boyas de cemento como muro submarino de limitada contención y alta propaganda electoral.

La responsabilidad del hecho es del republicano gobernador de Texas, a quien deseo que el averno le sea eterno y pronto sea juzgado por crímenes de lesa humanidad. Aunque, como en todas partes, en tiempos electorales, de todo se vale. Y quiere jugar, aunque sea de comparsa.

Como aquí la vulgar candidata innombrable, vendedora de gelatinas envenenadas, que en su desesperada declinación en las encuestas, sigue echando mano de su florida habla y denostaciones groseras a todo lo que de Morena se mueve, como el Tren Maya, el Interoceánico, Dos Bocas, Mexicana de Aviación y hasta los programas sociales y lo hecho hasta ahora para reconstruir Acapulco de la debacle del huracán, ante la ciertamente lentitud de las autoridades y la futura entrega de enseres importados de China y Corea, porque la industria nacional no tiene capacidad para surtir alrededor de 300 mil equipos de un jalón y a buen precio relativo.

El próximo año 24 ya a unos días de su arribo, estará marcado por la crisis migratoria, porque las candidatas y candidatos a todos los codiciados puestos públicos tanto en México como en EUA, echarán mano de todo el arsenal de combate para aplastar al contrario.

Mientras tanto, a río revuelto, las narcobandas y carteles seguirán haciendo de las suyas y ambos países se culparán mutuamente del continuo sufrimiento de migrantes, de desapariciones y secuestros, de la exportación de fentanilo y demás drogas y de que las estadísticas no cuadren, la metodología no sea consistente o suficientemente clara. Al final, ello será responsabilidad de las y los afortunadas que lleguen después.

Como siempre, el pueblo ‘bueno y culto’ se conformará con un poco de pinole, mañaneras y noticias de encuentros de alto nivel, aunque con resultados a cuenta gotas y culpas recíprocas de la magnitud de las crisis.

Los desaparecidos (y asesinados) seguirán lamentablemente aumentando.

Es la ‘normalización’ de la creciente migración por llegar a la tierra prometida.

Es el pago universal por el sueño estadounidense.

Es el costo de atravesar el maravilloso y hostil México.

Es la penitencia por el pecado de haber nacido en el lugar equivocado con gobiernos mafiosos e inútiles, atrapados en la explotación capitalista de la metrópoli.


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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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