Elegir en infinito
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Hay que recordar que el término "anomia" lo introduce Émile Durkheim en un libro donde estudia el suicido y en tratándose del suicido anómico lo analiza "cuando el objeto a que se tiende es el infinito (…) perseguir un fin inaccesible por hipótesis es condenarse a un perpetuo estado de descontento."
Lo escribimos hace siete años en Anomia: "Requerimos de un marco de referencia y carta de navegación que nos permita saber lo que se puede y lo que no, lo que es justo y lo que no, lo que se vale y lo que no; las reivindicaciones y esperanzas legítimas por las que puedo luchar y el piso o red de contención que me salva del abismo sin fin (…) Cuando la sociedad pierde sus límites de autocontención, los apetitos se desbordan y no hay presa que los colme; la insatisfacción se torna crónica, no por ausencia de satisfactores, sino porque éstos han perdido su cualidad pacificadora: "Las ambiciones sobrexcitadas, señala Durkheim, van siempre más allá de los resultados obtenidos, cualquiera que sean, porque no se les advierte que no deben de ir más lejos. Nada, pues, las contenta, y toda esta agitación se gasta sobre sí misma sin llegar a saciarse". Toda búsqueda se torna temeraria, inalcanzable y angustiante. Y si las expectativas carecen de límite, cuantimás los medios, que se tornan, por ausencia de regulación, más violentos y más dolorosos. El desbordamiento es total, no obedece a ninguna lógica y carece de todo orden y de toda medida. Se está ante un caos primordial y sin salida."
Pues bien, lo que observo en este proceso electoral es una anomia generalizada.
Hemos perdido todo referente y medida. Lo radical pasó a ser anodino, lo temerario timorato, lo imposible despreciable, la única realidad la insatisfacción.
En esta anomia no hay límite inalcanzable, pero tampoco fondo que detenga la caída. Podemos aspirar al infinito o despeñarnos en el averno.
Esta falta de límites nos agobia y sobreexcita, nos trastorna y violenta.
Difícil como elector y como sociedad decidir sin referentes de lo que es posible y alcanzable; de los peligros que se corren y de los márgenes de la realidad.
En una circunstancia donde no hay techo ni piso, solo queda el vértigo primordial.
En un clima de anomia todo es posible, desde cambiar absolutamente todo de inmediato y sin dolor; hasta aceptar que todo está mal y que no hay salida posible.
Hablamos hoy de miedo y de rencor, de derrotismo e impotencia, de desanimo y destino manifiesto; todos ingredientes que gravitan contra la libertad y racionalidad del voto ciudadano.
Menester es rescatar el marco de referencia de nuestra realidad. Fuera de él todo es posible, excepto lo mejor.
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