Haga lo que haga...
La presidenta con A sigue apostando a la inercia y a la verborrea como estrategia de gobierno para justificarse ante los suyos y frente a la oposición, llámese partidista o de opinión.
En su estrategia de la "inercia" ha dejado correr que su administración salga por sí sola sin mayor atención pública.
No hace olas innecesarias que pongan en duda la gestión de su jefe.
En este lapso su mira ha estado en vender la bondad de su gobierno, es decir, en "cacarear" los programas de bienestar social y que abonen a su popularidad.
En ese formato le interesa: las encuestas, el aplauso fácil, la plaza pública que la alabe y la foto en los medios convencionales y digitales.
Para ella lo importante es mantener la narrativa de que todo está bien.
En esa simpleza fundamenta su administración.
Suficiente para que sus aplaudidores la exalten.
La convocatoria en el zócalo de la Ciudad de México para celebrar sus cien días de gobierno es el mejor ejemplo de ello.
En el terreno de la verborrea ha mostrado demasiada saliva en su propio perjuicio.
El tema del "Mayo" Zambada y el triunfo electoral de Donald Trump han exhibido sus flaquezas más qué sus virtudes de gobernante.
La captura del "Mayo" Zambada no solamente le movió el tablero de la pax narca del país, sino que ha tenido que tragar saliva ante la incógnita que representa ser juzgado en Estados Unidos.
El silencio de la Casa Blanca sobre el caso la ponen en una situación de indefinición.
En el caso de Trump sus respuestas han tenido un doble objetivo: Cuidar a su jefe, de que no se le toque " ni con el pétalo de una rosa" en el asunto del crimen organizado y del narcotráfico, y asumir una postura "envalentonada" para responder a Trump, sin medir expresiones, al buscar con ello verse como la heroína del país al señalar que a México y a los mexicanos se le respeta.
En su óptica la verborrea es la mejor defensa ante la insolencia, amenazas y ocurrencias de Trump.
Para la sorpresa de la presidenta con A, el 21 de enero será la fecha para toparse con la realidad gringa y entender que México no es pejelandia.
Al tiempo