PARRESHÍA

Unidad con paredón preventivo

Unidad con paredón preventivo

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Unidad en torno a unas mañaneras descafeinadas con colas de caballo postizas (y dentaduras también).

Y la unidad no resistió el primer discurso… de ellos.

“¡Unidad! —gritaron —, ¡bola de traidores vendepatrias!”

Una unidad, de suyo, excluyente y exclusiva.

Unidad, no frente al troglodita populista, sino en torno al lecho de guirnaldas de oliva por el que buscan convertir la ostentosa humillación en un triunfo pírrico y una épica insostenible e irritante.

Unidad en torno a Rocha Moya y en la defensa de nuestros abrazados narcotraficantes. ¿Cómo osan declararlos terroristas? ¿Y, en tal supuesto, cómo llamar a los que los abrazan, protegen, ensalzan y los hacen sus aliados políticos? ¿Ellos también son investigados?

Unidad sin resquicios, pero sin el Poder Judicial de La Unión. En una conmemoración de la Constitución que, así, negaron.

Unidad entre ellos y con sus tres impresentables ministras. ¡Pobres! Creen representar al sistema judicial, cuando son su negación, ofensa e indignidad.

Unidad para festejar un segundo chantaje alargado por 30 días (el primero fueron los aranceles) y nuestro nuevo encadenamiento a una nueva etapa de certificación de nuestro combate al narcotráfico, ahora, expresamente aceptado por la presidente, a cargo del propio Trump y nadie más. Unidad y porras por militarizar nuestras fronteras al primer chasquido de dedos, y unidad ante el adelanto de un año de la revisión del TMEC.

Aún no empieza el baile y ya se culiempinaron.

Unidad en torno a unas mañaneras descafeinadas con colas de caballo postizas (y dentaduras también).

Ya sólo falta que Monreal, en lo solícito de su supina abyección, proponga una reforma constitucional para hacerla imperativa en la Carta Magna con paredón preventivo de oficio a quien a ella se rehúse.

Unidad en la polarización, en la sobrerrepresentación, ante el asesinato del poder judicial, de la representación política proporcional, de la reelección legislativa, de la política misma; de México.

¡Unidad o muerte!, pero no frente a un extraño enemigo, sino de cara al poder que, dice, nos representa.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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