PARRESHÍA

Afferrado contra toda razón

Afferrado contra toda razón

Foto Copyright: lfmopinion

¿Será el insomnio, la madrugada, la tristeza? ¿O tal vez el derrumbe de la razón ante el avance de hunos guindas?

Me rehúso a admitir que hayamos perdido el juicio y que seamos unos simples autómatas predecibles e, incluso, programables. Podría aceptar que posiblemente el individuo aislado e indiferenciado en rebaño sea conducible. Es más, de hecho, lo presenciamos todos los días y todas las elecciones. Nuestras democracias, así, pasaron de solución a problema, de liberación a esclavitud, de luz a oscuridad. Nada hoy más cosificante que la mercadotecnia política y sus tristes debutantes en carpas digitalizadas.

A pesar de ellos y su dictadura deshumanizante, sigo creyendo, quizás ya en la locura, o tal vez como único resquicio de razón, en la imprevisibilidad del ser humano, en su libertad.

¿Será el insomnio, la madrugada, la tristeza? ¿O tal vez el derrumbe de la razón ante el avance de hunos guindas?

El hecho es que insisto copernicamente que donde dos seres humanos se reúnen entre ellos surge un espacio que los relaciona uniéndolos y diferenciándolos. Un espacio compartido que no es de cada uno en lo individual, sino que es compartido por los dos; un espacio que no es ellos, que crea entre ellos algo diferente y diverso a ellos mismos. Un inter-es que, además, cambia con los tiempos y circunstancias, pero también con los pensamientos, las palabras y las acciones humanos. Eso que media entre ellos es un mundo, diría Arendt, “un espacio donde tienen lugar todos los asuntos humanos”.

Y fue Arendt quien demostró que pudiera bien existir la tierra e incluso el universo sin el hombre, pero el mundo, como obra humana, nunca podrá existir sin los humanos en plural. Porque somos, mientras sigamos siendo humanos, los únicos seres hasta hoy conocidos que al juntarse producen algo que no son ellos mismos y que es más que sí mismos.

Y es ese algo es capacidad creativa, iniciadora de algo nuevo y diferente, eso que hoy nos quieren quitar para convertirnos en unos autómatas programables y previsibles, incluso en mascotas; por eso nos venden como el gran avance la Inteligencia artificial, que es sólo expresión de la acumulación y ordenamiento de datos digitales a gran escala y velocidad: el datismo. Me queda, al menos, la paz de saber que la IA más avanzada jamás será capaz de contar un chiste ni producir una caricia; menos generar una idea nueva… libre, imprevisible, humana.

Y me digo estar en lo correcto, a riesgo de estar presenciando nuestra extinción. Quizás merecida.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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