PARRESHÍA

López Dóriga, que siempre sí fue debate

López Dóriga, que siempre sí fue debate

Foto Copyright: lfmopinion.com

"Éste no es un debate, ésta es una entrevista (…) no venga usted a agredirme", le soltó López Dóriga al Bronco momentos antes de perder los estribos y hacer el entripado de la elección del 2018 en el programa Tercer Grado.

Éste era otro López Doriga al abyecto y amedrentado ante López Obrador y el zalamero con Margarita.

Su aserto con El Bronco me llamó la atención, y para poderlo desentrañar hay que acudir al diccionario, que está a la mano, así como a su psique, que tal vez ni él pueda descifrar.

Entrevistar, en su acepción al caso es "mantener una conversación con una o varias personas acerca de ciertos extremos, para informar al público de sus respuestas." Debatir, por su parte es discutir un tema con opiniones diferentes. Discutir, a su vez, es "dicho de dos o más personas y examinar atenta y particularmente una materia."

Agresión, por su parte, es un "acto de acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle daño".

Por qué la reacción del Ticher, como le dicen sus bienquerientes, porque al señalarle al Bronco que su propuesta de cortar manos era una ocurrencia, éste le contestó que "no es ocurrencia, perdóname, ocurrencias han sido tuyas, muchas, que has dicho en la televisión y nadie te las ha criticado." Y ¡sopas¡ el experimentado entrevistador se salió de sus casilla al grado que el coordinador del panel tuvo que entrar al quite ante sus desfiguros frente a las cámaras. Bien cabría la pregunta, "Why the rito?"

El episodio y sus consecuencias nos dicen mucho. Es obvio que entre la entrevista y el debate media una línea muy tenue, se puede entrever (examinar) un tema y las posiciones derivar en una discusión.

Por igual, se puede entrevistar a alguien y hacerlo agrediéndolo, con el ánimo de dañarlo. Y creo que eso es lo rescatable de la entrevista: pareciera que en un código no escrito los entrevistadores pueden agredir con sus preguntas, pero el entrevistado no puede cuestionarlos ni con el pensamiento. A Jaime Rodríguez le dijeron palero, ocurrente, falsificador, tramposo y otras linduras; pero, al entender de los entrevistadores, éste debía tragarse todo y doblegarse pusilánime al tormento.

Momento estelar fue cuando lo acusaron de mandar al diablo a las instituciones por criticar el actuar del INE, al tiempo de ellos mandar al diablo al Tribunal Electoral por resolver sobre su candidatura. En otras palabras, El Bronco no puede criticar a una institución que violentó sus derechos (INE), según sentencia firme de la máxima autoridad electoral del país, pero ellos sí pueden hacer befa y escarnio de ésta y mandarla al diablo, en defensa del INE, que al fin son entrevistadores, analistas, dueños del micrófono, intocables e incapaces de autocrítica. Decir que el Tribunal Electoral es de pacotilla y actúa por consigna e ilegalmente no es mandarlo al diablo. Es pregunta.

Están tan hechos a la impunidad del micrófono que cuando alguien les contesta en igualdad de agresión se sulfuran en berrinche.

Lo más lamentable es que el entripado del Ticher no paró allí, y cual autócrata que es desterró de "su" programa radiofónico al representante del Bronco, Javier Nañez Pro, porque, en sus propias palabras: "éste no es un programa democrático, para empezar, uno; es un programa periodístico, ¿si? Yo no hago democracia, yo hago periodismo y estoy haciendo una mesa entre los coordinadores de quienes sí pueden dar la pelea por la candidatura presidencial, candidatos que tienen partido, porque el otro pues es un relleno, ¿si?"

Pues si ese es el caso y su entender de periodismo, debiera invitar tan solo al representante de López Obrador, por quien ya tomó partido y ejercicio abyecto del periodismo.

No hacía falta que nos dijera que no es un demócrata, pero se le agradece. En donde sigue estando en deuda es en lo que entiende por periodismo, toda vez que sus prejuicios y fobias dictan, según parece, su agenda profesional. Pero por igual se le agradece, al menos hoy ya sabemos que su periodismo es selectivo, visceral y parcial. Espero no ganarme el obsequio de su ira si agrego mercantil, porque por más que López Dóriga se amuralla en su papel de entrevistador ademocrático, el "relleno" lo llevó finalmente al terreno descampado del debate en donde tendrá que aclarar sobre los 13 millones de pesos que su esposa cobró en el desastroso sexenio de Rodrigo Medina en Nuevo León, con algo más que una amenaza twittera de llevar el caso a tribunales.

El que a hierro mata a hierro muere y quizás estamos presenciando uno de estos juicios mediáticos inapelables donde la víctima propiciatoria sea ahora el sacerdote mayor.

Conservo, no obstante una duda, si para López Dóriga entrevistar implica una posición de superioridad y blindaje para el entrevistador.

PS.- Imaginemos a un López Dóriga en el papel de entrevistado en Tercer Grado donde sus otrora compañeros lo cuestionen en tono inquisidor y perdonavidas sobre sus contratos e ingresos con los diversos órdenes e instituciones de gobierno y le increpen: "Éste no es un debate, ésta es una entrevista".

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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