PARRESHÍA

¿Por qué La Ciudadela?

¿Por qué La Ciudadela?

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Sembraron una nalgada y posiblemente a su recipiendaria de mano de un estudiante de la Vocacional 5 sobre las posaderas de una de la preparatoria Issac Ochoterena.

¿Por qué el 68 “tenía” que empezar en La Ciudadela aquel 22 de julio entre una preparatoria particular y dos vocacionales del Politécnico (2 y 5) y no en la UNAM o el Politécnico mismo con estudiantes de educación superior? Porque estas escuelas estaban en el corazón del centro de la comunicación nacional, casi a las puertas en aquel entonces del Excelsior, El Universal, Novedades, El Heraldo y La Prensa, y a unas cuadras de Televicentro, antecedente de Televisa.

Unos días después, con el bulo no desmentido del bazucazo a San Idelfonso, preparatoria emblemática perteneciente a la UNAM, escalaron y metieron de lleno el conflicto en el campus universitario y en Zacatenco (IPN).

Para ello el 21, domingo, sembraron una nalgada y posiblemente a su recipiendaria de mano de un estudiante de la Vocacional 5 sobre las posaderas de una de la preparatoria Isaac Ochoterena, que desató la furia estudiantil oportunamente salpimentada con la brutal y desmedida intervención de los granaderos. Todo a unas cuadras de los periódicos y la televisión nacional.

Por supuesto que no fue el comunismo internacional ni la CIA quienes orquestaron este entremés, fue alguien también muy cercano a La Ciudadela.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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