PARRESHÍA

Objetividad y humildad

Objetividad y humildad

Foto Copyright: lfmopinion.com

Esto ya lo vivimos

Si se recomienda humildad en el triunfo, cuantimás deberá de serlo en la expectativa de triunfo.

Perdónenme, pero no es andar de aguafiestas, ya vivenciamos esto en 2006, o es que no recuerdan el "Sonríe, ya ganamos".

Hoy las encuestas se toman como dogmas de fe y sentencias inapelables, la abyección de los grandes medios habla más de interés y posiblemente venganza (al actual gobierno) que de información y objetividad. La foto de López Dóriga, promocionando calcetines del Peje será, sin duda, caso de análisis obligado en las escuelas de periodismo.

Pero ello no es más que percepción y un mucho de alienación.

Las plazas llenas no son más que logística de acarreo, templete para hablarle a una masa maleable, dispuesta a aplaudir lo que sea. Photo Opportunity, le llaman los gringos.

Hay, sin embargo, otros síntomas que nos negamos a ver.

Tomemos uno estructural. Morena es un movimiento de caudillo, ni siquiera un partido; una aspiradora que ha chupado indiscriminadamente piezas inconexas, incomunicadas; en el fondo incompatibles y posiblemente explosivas.

Como movimiento vive del y en el equilibrio bicicletero: debe estar permanentemente en movimiento o se cae. Es, pues, un diseño de y para campaña; no necesariamente de y para gobierno.

Pero incluso, siendo un fenómeno de equilibrio ciclista, para sostenerse requiere de unidad de acción y sentido; en otras palabras, todos tienen que pedalear coordinadamente y en el mismo sentido, y ello demanda organización, no solo masa y robots en redes.

Andando en esto de lo electoral he podido constatar lo obvio, en Morena todo gira alrededor de López Obrador. Se me dirá que de eso se trata y contestaré que sí, pero no. No es suficiente. Regreso al ejemplo de la aspiradora, Andrés Manuel juega ese papel, pero de manera entrópica, jala para sí y consume toda la energía que en su torno se acumula; juega, digamos, como hoyo negro sideral.

Fuera de su círculo cercano la nada. Los candidatos a diversos cargos de elección popular a nivel federal y local andan desbalagados, en la inopia y desesperación. Desconocen cuánto pueden gastar. Saben, eso sí, que no recibirán recursos del partido y coalición para sus campañas; les dicen que ellos junten dinerito y se rasquen con sus propias uñas. Sí, contestan, pero cuánto es lo que puedo conseguir, cuánto gastar y cómo te lo compruebo, porque los informes de origen y destino de gastos están concentrados en el partido. Y ante ello, el silencio lopezobradorista cuando se queda moviendo el dedo y la cabeza sin poder articular palabra.

Las campañas, en plural, deben hacer concierto en un sistema que genere sinergia y potencialice las debilidades de las partes por la fortaleza de una maquinaria organizada y efectiva, de otra suerte son solo algarabía, ruido y luego decepción.

No veo eso -organización y concierto- más allá del entorno cercano a López Obrador, en tanto que sí percibo allí donde su sombra no alcanza desorden, confusión, inicio de desesperación y un mucho de subirse a un carro en calidad de polizón en lugar de empujarlo y hacerlo más eficiente y efectivo.

En lastre, no alas, parece convertirse todo lo que toca Andrés Manuel. Él carga, no lo impulsan.

Volteemos la mirada más allá de su concentración y entrevista templeteras diarias y qué encontramos de candidatos a gobernadores, senadores diputados y presidentes municipales; desprestigios, cuestionamientos, opacidad o simplemente nada.

Él, AMLO, nos habla de un ejército de voluntarios para cuidar las casillas, pero basta ver las campañas de Morena que no sean la suya para dudar seriamente de ello.

Poco vivirá el que no lo vea. Quizás le alcance para ganar con su personal impulso y voluntarismo, tal y como pretende acabar con la corrupción y la pobreza; pero la terca realidad muestra una y otra vez que se requiere organización y unidad de acción efectiva para que las cosas se hagan.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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