PARRESHÍA

Se espantan del espejo

Se espantan del espejo

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Ecuación dicotómica

Es de explorado derecho que uno no puede quejarse de sus propios daños; sin embargo, con singular parsimonia lo observamos todos los días en el caso de Andrés Manuel López Obrador y sus aguerridos feligreses.

Me explico, el sermón lopezobradorista es dicotómico: bueno y malo, blanco y negro, honesto y corrupto, verdadero y falso. Su cosmovisión se ampara en un maniqueísmo ramplón: conmigo o en mi contra.

Esa postura tan cómoda para sus seguidores, es al mismo tiempo su tumba porque repele y expulsa más de lo que puede contener; responde a una doctrina amurallada y, por ende, incomunicada, endogámica, autocontenida y condenada a no crecer ni enriquecerse.

Su condición de todo o nada promueve la falsedad y simulación, no la comunidad ni el proyecto común. Lo vemos y oímos prácticamente a diario en estos tiempos de zozobra, en que para su causa multiplican adhesiones por interés, cálculo o miedo, más que por conversión, menos por convicción.

Muchos de los que se han sumado a su proyecto en el fondo reniegan de él, pero le apuestan por temor a quedarse fuera.

En el fondo no generan sinergia, identidad, compromiso ni proyecto de Nación, solo un abigarramiento de intereses desconectados y en pugna: si para que me aceptes debo abjurar de mis convicciones, no hay en la ecuación suma ni multiplicación posibles; sí sumisión, frustración y, repito, mucho de simulación.

Se ostentan como la representación única y verdadera de la Nación y de la razón, fuera de ellos no hay vida posible, de ahí su desprecio por el otro.

Pero la verdad es muy distinta, Nación y razón son expresión y se sustentan en la diversidad y la libertad que le son inherentes; son la coexistencia de los contrarios, la síntesis de los opuestos.

Luego entonces, no son la expresión única y definitiva del todo, solo de una parte autoaislada; se amurallan tras dogmas que de suyo niegan una realidad de diversidades; han volado los puentes que permitan cualquier tipo de comunicación e intercambio y, finalmente, exigen el sometimiento absoluto del adherente, empezando por aquello lo que lo hace ser, su libertad de pensamiento.
En esas condiciones, ellos crean y provocan las reacciones que tanto reclaman; si no hay manera de interactuar contigo más que por rendición absoluta, una de dos: o simulo lopezobradorismo, lo cual creo que es un fenómeno mucho más extendido de lo que se ve, o quedo en automático en tu clasificación de enemigo, infiel, personificación del mal.

A estos, a los que no están dispuestos a simular, tampoco les permiten la posibilidad de convivencia plural y civilizada; no es un "no eres del rebaño (uso el concepto en términos bíblicos, no peyorativos), pero haz tu vida y déjame ser"; si no más bien, no hay vida fuera de mi grey y, por ende, no me queda más que combatirte hasta reducirte o desaparecerte.

Nada más alejado de su realidad que su discurso inclusivo de ser un movimiento pluralista. Cuando Andrés Manuel se sale de la camisa de fuerza que le han impuesto sus publicistas, retoma aquello de que o estás conmigo o con la mafia del poder, o bien, el que no está con Morena está con la corrupción. No es invención mía, son citas textuales.

En apariencia sus feligreses reciben con agrado y misericordia a quienes abjuran en favor de la causa, aunque en el fondo subsistan diferencias que en el templo morenista no pueden dejarse aflorar so riesgo de delatar la diversidad prohibida, y así caminan sin darse la mano ni confiarse el saludo siquiera, tras el líder y redentor. No obstante, todo ese resabio contenido sí les es permitido volcarlo contra el enemigo, contra el "otro", el de la mafia del poder, la corrupción, los pillines, fifís, pirrúrris, minoría rapaz… todo aquel que no está, no con ellos, porque ellos como entidad han desaparecido, sino con el Mesías redentor, la verdad encarnada. Contra estos está permitido todo, al fin son homínidos, no hombres; infieles, no creyentes; enemigos, no conciudadanos. Son parte del paisaje, pero no paisano; respiran el mismo aire, pero robándotelo a ti.

Tal es la ecuación, lo curioso es que de tras ella, se sorprenden, agravian, victimizan y desgarran sus vestiduras cuando el otro se defiende o responde.

La postura se ha viralizado a grado tal, que López Dóriga la mostró de cuerpo entero cuando Jaime Rodríguez Calderón le respondió con la misma moneda a su acusación de que lo suyo era una ocurrencia: ocurrencias, le contestó, las tuyas y nadie te dice nada. En el fondo El Bronco usó el mismo argumento, pero en un terreno, por cierto ya cultivado con docilidad y abyección para con el Mesías, en el que al otro no le es permitido contestar: ésta es una entrevista, no un debate, no me agreda, respondió fuera de sí el que expresamente ha confesado que para él periodismo y democracia son como el agua y el aceite, de suerte de tener de contar con una patente de corso para discriminar, desterrar y condenar partes de la realidad que no se ajusten a la ecuación segregacionista en su versión periodística. ¿Dónde estaba la agresión si aquél utilizó los mismos términos que los suyos? ¿Por qué ocurrencia en boca de López Dóriga es permitido y en la de "otro" (ajeno al círculo excluyente) es agravio? Por este clima dicotómico y ecuación maniquea que se viene instalando en la política mexicana.

El dilema no tiene solución por el diseño religioso del movimiento lopezobradorista; él, Andrés Manuel, no ha construido un partido, que de entrada se tendría que admitir como una de tantas partes de la diversidad política, sino la iglesia verdadera, única y militante, en guerra a muerte contra todo el no converso.

Si al otro le dices Minoría Rapaz y otras linduras por el estilo, y los señalas como la encarnación del mal ante los que hay que guarecerse tras estampitas y escapularios, como en la edad media, y los señalas como culpables de todos los males de la creación, qué te sorprende que te conteste. Acaso no les asiste el mismo derecho. Por qué Poncho Romo puede llamar al voto por López Obrador y cualquier empresario que haga lo contrario debe ser quemado en leña verde. Es pregunta.

El tema, ruego que así lo entiendan, rebasa por mucho la coyuntura electorera y se inserta en un modelo de sociedad y de convivencia, más cercano al conflicto israelí palestino, o a las Cruzadas que a una sociedad abierta.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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