PARRESHÍA

Cuota

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Si hoy las cuotas le incomodan tanto al PAN, que le reclame a su agente ciudadanizado.

En lo que les pareció ser una brillante estrategia, nuestros diputados pretendieron exhibir a sus respectivos contrarios. Afilaron sus discursos buscando sacar la mejor raja política. Y zafarrancho de por medio exhibieron sus miserias.

Apostaron a apantallar al respetable con mutuas zancadillas: unos querían mostrar a los que se oponen, aquéllos acusar la voracidad de éstos. Creyeron distraer a la audiencia y ganarse el aplauso; aprendieron que ésta ya se cansó de sus burdos montajes.

Cegados, no obstante, con lo brillante de su estrategia y queriendo llevar el rechazo generalizado al campo de su contrario, cada cual salió a los medios a satanizar al otro regando con gasolina la pira en que la opinión pública desea quemarlos a todos sin distinción.

Y no podía faltar el lastimoso Corderito: "La democracia en México se la deben al Partido Acción Nacional, un partido institucional, que ha sido positivo, responsable, que ha luchado por abrir espacios de participación en todos los niveles de la vida pública en nuestro país, yo creo que eso no se le puede negar al PAN".

Y si bien no hay partido que se salve, es momento de aclarar que es el PAN el principal responsable de nuestros retrocesos democráticos.

Fue el PAN -en plena consolidación democrática- quien impuso las concertacesiones y, con ellas, gobiernos sin voto: Guanajuato, San Luis Potosí, Huejotzingo, entre tantos otros. No es retórica, es historia dura en la que Calderón y el PAN que presidía (y preside) jugó papel estelar.

Fue Acción Nacional quien inventó la ciudadanización para enmascarar la apropiación de los organismos electorales. Los ciudadanizados, salvo Woldenberg y dos excepciones más, fueron cuotas partidistas que llevaron sus fobias y agendas políticas personales a la función electoral. Baste revisar las votaciones divididas del Consejo General para acreditar lo faccioso de la tan cacareada ciudadanización.

Fue el PAN, quien por voz del inefable Molinar, propuso en la reforma del 96 la integración de los organismos electorales por cuotas partidistas, de las que luego él y Lujambio fueron destacados exponentes. Allí están las memorias de los foros organizados por el propio IFE con la ponencia de Molinar para quien quiera corroborarlo.

Si hoy las cuotas le incomodan tanto al PAN, que le reclame a su agente ciudadanizado.

Fue Molinar y sus pandilla quienes violentaron el diseño institucional del IFE alegando que como Consejeros tenían que meterse en las tripas de la operación ejecutiva: "como capitán tengo que revisar la maquinaria y las calderas del barco", sostuvo en aquel entonces, y herido de hundimiento dejaron al IFE.

Fue el PAN quien, aprovechándose del hartazgo y de la crisis económica, con el compromiso zedillista forzado por Estados Unidos a cambio de apoyos económicos, descarriló con Fox la transición democrática mexicana. Alcanzaron la alternancia, como fin y como final. Nada más han alcanzado, salvo fracasos. Desde entones vivimos de los restos del pasado.

Fue el PAN quien envileció el discurso político: tepocatas y víboras prietas; quien dividió a los mexicanos en buenos y malos; quien los enfrenta con dogmas religiosos; quien ha ensangrentado nuestras vidas; quien quiere decir quien sí puede y quien no debe participar en democracia.

Fue el PAN quien introdujo la moda de viciar las negociaciones con asuntos ajenos a ellas (concertacesiones).

Fue el PAN quien regateó su voto a las reformas estructurales para llegar al poder, actitud que ahora reclama al PRI. Ambos, hay que explicitarlo, en perjuicio de la Nación.

Hay quien dice que nuestros diputados le dieron una puñalada mortal al IFE, se equivoca: los diputados se hicieron harakiri y la daga llega al corazón de sus respectivos partidos.

El IFE ya está desprestigiado. Lo está desde que se integra por las cuotas inventadas por Molinar.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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