PARRESHÍA

Militancia interruptus

Militancia interruptus

Foto Copyright: lfmopinion.com

¿Qué habría sido del PRI si hubiese enviado periódicamente de vacaciones o de sabáticos forzosos a Murat, Olivares Ventura, César Augusto Santiago...?

Una línea muy tenue separa los legítimos derechos de una persona a participar en una organización, de la salud de la organización misma.

La persistencia de los mismos individuos termina siendo mortal para cualquier comunidad.

Existe un riesgo endogámico en toda institución. Una amenaza de cáncer por falta de oxigenación en sus células o por la prevalencia de ciertas células.

Toda institución social requiere, para sobrevivir, la permanente renovación de su cuerpo ideológico y cuadros constitutivos.

Fernando Castro Trenti subió a Facebook las fotografías de su entrega de constancia como candidato a Gobernador en Baja California y de solo verlas me agoté: Samuel Aguilar, José Encarnación Alfaro, Orlando Arvizu y Rafael Ortiz. La foto pudo haber sido tomada hace 35, 20, 10 o 5 años. Es una especie de túnel del tiempo donde solo cambia el candidato; los demás personajes son los mismos y se han sucedido en los mismos puestos por décadas. ¿Qué no se aburrirán de hacer y ser siempre lo mismo?

Castro Trenti merece la mejor de la suertes. Ahora bien, sus acompañantes ejercen legítimamente sus derechos de militante; lo difícil es determinar cuándo ese ejercicio empieza a ser dañino para la organización en la que alinean y, en el caso específico, al candidato que apoyan.

¿Qué viabilidad puede tener un partido que no regenera sus cuadros operativos en más de 40 años? ¿Dónde termina el derecho del cuadro partidista a participar y empieza la obligación del partido a sobrevivir?

Habrá quien diga que los partidos se enriquecen de la vasta experiencia de cuadros tan corridos, pero también puede argumentarse lo contrario: que se aísla y muere, como agua en charca.

Permítaseme preguntar qué habría sido del PRI si hubiese enviado periódicamente de vacaciones o de sabáticos forzosos a Murat, Olivares Ventura, César Augusto Santiago, Herrera, Ruiz, Madrazo, Palacios Alcocer, Biebrich, Gamboa, Paredes, Heladio Ramírez, los fotografiados y agregue Usted a quien quiera, que los ejemplos hacen pléyade.

Hoy, para colmo, en el PRI algunas estirpes son ya ¡dinastías!

¿Y qué sería de nuestras izquierdas con AMLOs, Cárdenas, Chuchos, Dantes, Anayas, Noroñas, Batres y Padiernas más espaciados?

¿Qué del PAN con dosis medidas de Zavalas, Calderones, Creeles y demás santones de postín?

Ya en serio. Los partidos debieran legislar que nadie puede perdurar por más de cuatro años continuos en un cargo o cargos de dirigencia, debiendo cubrir forzosamente un periodo de abstinencia, una especie de retiro partidario, entre cargo y cargo. Una sana distancia militante.

Por igual, debiera haber un retiro forzoso a determinados años de militancia o en cargos de dirigencia y/o público y/o de elección popular, así como tras determinado número de candidaturas. Podría confinarse a los políticos "mayores" en claustros donde expíen sus faltas "en silencio y escondidos del mundo". Imagínense un México sin la jeringonza reformista de Muñoz Ledo, sin las guerras sucias de Molinar, sin las denuncias de Monreal, sin los Twitts de Lozano, sin fotografías de Gordillo. Los confinamientos podrían llevar un nombre de rancho macuspano y pudieran ser financiados por el Estado por razones de salud pública.

Tendría que haber ciertas excepciones, eso sí. No concibo al PRI sin la directriz ideológica de Gustavo Carvajal, o al PAN sin el sustrato doctrinario de Martita, o a las izquierdas sin la brújula moral de Bejarano.

Como sea, existe, frente al legítimo derecho de todo militante a participar, la obligación de cualquier partido a reproducir su ideología y regenerar sus cuadros por elemental sobrevivencia.

El tema no es menor y abarca al sistema de partidos en su conjunto.

Es tiempo de legislar sobre la militancia interruptus. Digo.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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