PARRESHÍA

AMLO, nada nuevo bajo el sol

AMLO, nada nuevo bajo el sol
Él es para campañas en solitario.

López Obrador ha abierto ya las trincheras dentro de las cuales dará la batalla final este 2018. Una defensiva y otra de salida.

Las dos trincheras están articuladas y son perfectamente conocidas por el precandidato.

Ya ganamos, vamos arriba; están muy nerviosos los de la mafia del poder, van a hacer fraude y están haciendo guerra sucia. Tal es la defensiva y la analizamos ayer. Por este artilugio se parapeta tras un ingrediente adicional a la posibilidad natural de juego democrático de ganar o perder. En su caso, la única posibilidad es ganar, porque, dice, va arriba cuando la carrera está empezando, y sólo puede perder si le hacen fraude. Las infinitas posibilidades del voto ciudadano, las circunstancias cambiantes y hasta los giros del destino, no cuentan para él: o gana o hay fraude de Estado.

Por otro lado, cualquier crítica o ataque que se le enderece, solamente puede ser guerra sucia piloteada por la mafia del poder, nada de sus actos y dichos puede ser analizado en su méritos. Bajo este esquema, se coloca fuera de la deliberación propia del juego democrático, que implica análisis, valoración y, por supuesto, discusión y crítica de las opciones. No en su caso: rozarlo con el pétalo de una rosa es guerra sucia y manipuleo perverso de la mafia del poder.

Tal es su vertiente defensiva, hábilmente desplegada a través de la Fake News de una plática privada en Los Pinos.

La versión de dicha plática no se sostiene y ya fue desmentida, pero ha sido comprada acríticamente por un electorado dispuesto a creer lo que sea que se diga en contra de un gobierno que se ha ganada a pulso la desconfianza ciudadana, así como a no creer verdades irrefutables que se digan a favor de él.

La trinchera de salida está construida bajo los mismos razonamientos. La elección no es de opciones, programas, fortalezas, simpatías, miedos y esperanzas; es entre el bien y el mal. Al bien no se le puede cuestionar y él lo impersona. El mal no puede ganar, salvo por fraude.

Todo es muy fácil bajo está óptica: Yo soy la verdad y la luz, quien me critique representa al mal y si al final triunfan las tinieblas fue porque hicieron fraude.

No es, al menos para él, un proceso democrático en el que cualquiera pueda ganar hoy y perder mañana; es la batalla final y definitiva entre el bien y el mal, donde, además, el mal no puede ganar más que con trampas.

Dos trincheras y el prelanzamiento de su próxima campaña.

La narrativa y discurso las impuso él esta semana. No son cosecha de sus adversarios, son sus propias palabras, estrategias y tiempos.

Cuando la compleja y cambiante realidad política, económica, social y geopolítica de un País se reduce a o yo o la nada, el mundo se simplifica hasta desaparecer.

Cualquiera supondrá que tras 18 años de campaña continua, Andrés Manuel es el político mexicano más experimentado y fuerte para cualquier elección, pero no, él es para campañas en solitario.

Ahora que se aproxima la hora de la verdad, la campaña con contendientes al frente, aparatos contrarios operando en tierra y aíre, con propuestas a discutir y proyectos a defender, Andrés Manuel se enconcha en sus viejas y conocidas cantaletas: ya gane, nada de lo que digan vale y si pierdo es por fraude.

La debilidad de su ecuación radica en ser harto conocida, además de gastada, y que la realidad es mucho más compleja, cambiante y rica que simples esquemas mentales.

Y si no sorprende el enconchamiento de Andrés Manuel, tampoco la falta de imaginación y oficio de sus contrarios. Si López es tan previsible y sus argumentos tan sobados, por qué no han inventado y operado el antídoto correspondiente, la provocación que lo saque de su Mantra del fraude, un diseño de campaña que lo orille a entrar de lleno a la discusión de ideas, proyectos y programas; explotar la debilidad e inconsistencia de sus estructuras y las contradicciones de sus planteamientos. En fin, a mostrar que saben hacer polítca.

Por cierto, mucho ha de deber López al revivir a su lado a Ebrad. No hay manera que oculten bajo la alfombra el fraude de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, que deja a los Duartes, Padres y Borges, más los que se sumen, como pastillas de clorato.

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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