EL IFE A LA DISTANCIA

Partidización de la autoridad electoral

Partidización de la autoridad electoral

"Si se dan ciertas condiciones políticas, el control del Consejo (General del IFE) quedará en manos de ciudadanos de plena confianza de los líderes opositores. Nunca en la historia de las elecciones mexicanas había ocurrido algo así. Esta es una señal positiva y alentadora de cara a lo que pueden ser las elecciones más inciertas, complicadas y riesgosas que ha enfrentado México en 80 años. Es también una responsabilidad enorme para los ciudadanos a quienes se les ha encomendado esta tarea", escribía Molinar en 1994. Lo que no sabemos es si la enorme responsabilidad y la tarea encomendadas a las que se refería eran relativas a actuar como verdadera autoridad electoral o a responder a la plena confianza de los líderes de oposición.

Claro, señalaba, "no debe esperarse que estos comisionados (lapsus mentus que confunde la figura de consejero con la de comisionado, "encargado para entender de algún negocio") voten siempre de acuerdo a los partidos que los propusieron, porque nada los liga formalmente con ellos". Hoy sabemos que la liga siendo informal es más efectiva.

"Sin embargo, reviraba, sí podemos esperar que tiendan a asumir posiciones más o menos similares a las de los partidos que los impulsaron". En descargo aseveraba: "No creo que tales coincidencias se deban a retribución o dependencia alguna (que le pregunte a Creel, Ortiz Pincheti y a Granados Chapa, si acaso tiene aún alguna duda). Mi argumento, afirmaba, es el opuesto: los partidos los propusieron porque conociéndolos bien saben que sus posiciones políticas son compatibles con las de los partidos "opositores". Es decir, cada partido delegó de su capacidad de decisión en ciudadanos con los que simpatizan (delegación que viene a acreditar el carácter de comisionados que asigna a los consejeros).

"Si esto es correcto, entonces lo único que se necesita para que la oposición obtenga el control total de la máxima autoridad electoral durante los meses que faltan de aquí a las elecciones, es que (…) el PAN y el PRD depongan las diferencias (…) y actúen concertadamente. En ese caso estaremos ante una situación inédita en nuestra historia política: la oposición tomaría las riendas de la organización electoral del país (nótese cómo entonces argumentaba para la oposición lo que hoy predica de la ciudadanización ¿otro lapsus?)… Esa es la mejor forma, quizá la única, de evitar un proceso postelectoral rijoso e inestable" (¿cómo leer esta última parte, como amenaza acaso?).

Tres días después de publicar esta declaración de fe y de propósito opositor (Reforma 30-V-94) Molinar fue nombrado ¡director ejecutivo de Prerrogativas y Partidos Políticos en el IFE! Llegó hasta éste en un vehículo con engomados del PAN y su artículo bajo el brazo. Carpizo, por su parte, ponderó su imparcialidad y apartidismo (o no leía los periódicos o estaba en el enjuague para el control opositor de la autoridad electoral federal). Del IFE, Molinar salió a dirigir la Fundación Preciado Hernández del PAN, y de ella regresa a aquél para encabezar el control total de la máxima autoridad electoral por parte de la oposición, todo ello, claro, bajo el argumento de la imparcialidad ciudadanizada.

En 94 Molinar confesaba la "intensa" envidia que tenía de los consejeros ciudadanos, objeto de la plena confianza de los líderes opositores, "no sólo (por ser) testigos privilegiados de un episodio importantísimo de la historia política de México, sino (…) unos de sus más destacados actores". Hoy que, en sus propias palabras, es uno de esos destacados actores y no-en palabras de Woldenberg- "un árbitro eficiente y discreto", el comisionado Molinar vuelve a pecar con un lapsus mentus y confiesa el proyecto de control opositor del órgano electoral en una frase que lo pinta de cuerpo entero: "Puede el IFE vivir sin el PRI" (Reforma 19-XI-98). Si ayer llamaba a su artículo "avanzada democrática", hoy califica a su lapsus de "inocentada" (La Crónica 26-XI-96). La verdad no hay nada de inocente en creer que los mexicanos no tenemos memoria ni capacidad de reflexión, ni inteligencia para entender su juego, aunque si la suficiente estupidez para tragamos el apartidismo, imparcialidad e inocencia política que pregonan los comisionados de los partidos opositores (que conste que la designación de referencia fue hecha por uno de ellos).

Para su desgracia, el propio Molinar escribió: "La credibilidad se obtiene cuando los contendientes de una elección aceptan que las autoridades actuaron con imparcialidad, y cuando los participantes confían en ellas (…) El juicio sobre la imparcialidad es una evaluación ex-post de la actuación de la autoridad" (Reforma 13-V-94). Así sentenciaba, "en política todo tiene un precio. Hay que pagarlo. No querer pagarlo es autoritarismo, es miopía (tal vez hasta inocentada). Y el autoritarismo conduce al desastre (léase IFE actual). Esto vale para el gobierno y la oposición (también para los depositarios de la plena confianza de aquélla). Los miopes no lo ven. Estén donde estén" (Reforma 21-III-94).

Termino citando a otro clásico de la partidización de la autoridad electoral: "Desde el mismo momento en que tomaron posesión los consejeros ciudadanos, como miembros del Consejo General del IFE, pudo decirse que su poder inédito era fundamentalmente moral: una imagen, un símbolo (...) el problema es muy delicado porque si los consejeros ciudadanos se sobreactúan pueden introducir elementos de ruptura en la dinámica del proceso electoral" (consejero ciudadano Ortiz Pincheti, La Jomada 10-VII-94). Independientemente de que alabanza en boca propia es vituperio, la verdad es que la sobreactuación de los consejeros (ciudadanos y electorales) ha venido introduciendo elementos disruptores en los círculos electorales. No se vale, por tanto, afirmar ahora que criticar su sobreactuación es "inmoral y autodestructivo" (Ortiz Pincheti, La Jornada 25-XI-98) o, en palabras de otro gurú ciudadanizado: "La crítica es un ejercicio esencial de la democracia" (Santiago Creel, Reforma, 13-III-96).

Concluyo: El IFE está en manos de ciudadanos de plena confianza de los líderes opositores. En estos "comisionados partidistas" cada partido delegó parte de su capacidad de decisión. Por tanto, la máxima autoridad electoral no es imparcial y está controlada totalmente por las oposiciones. En ella PAN y PRD, a través de sus comisionados, han depuesto sus diferencias (versión electoral del bloque opositor en la Cámara). Los comisionados se consideran actores políticos destacados, no árbitros; y como tales se pueden dar el lujo de afirmar que el IFE puede vivir sin uno de los partidos nacionales. El costo es una autoridad electoral sin autoridad ni credibilidad. La sobreactuación de los comisionados partidistas pone en grave riesgo la organización del proceso electoral del 2000 y la estabilidad de la nación.

La autonomía es siempre relativa: se es autónomo de alguien y para algo. En palabras del señor Molinar los consejeros electorales son autónomos del gobierno, pero no de ciertos partidos de oposición. La autonomía no lleva indefectible ni mecánicamente a la imparcialidad. Se puede ser autónomo y ser parcial. La confesión de parte del señor Molinar nos releva de la prueba.

En política todo tiene un precio. Hoy pagamos la partidización de la autoridad electoral. ¿Cuánto más tendremos que pagar?

#LFMOpinión
#IFE
#Partidización

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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