PARRESHÍA

Objetivos difusos de Corral

Objetivos difusos de Corral
Me quedo con un sabor de boca de estar siendo utilizado y engañado.

Hace años Silva Herzog Marques escribió un artículo sobre el derecho al pasmo. La cibernética nos ha sometido a una vertiginosidad que nos arrastra en un maremágnum de información de la que no podemos captar más sus aspectos más superficiales y llamativos.

Ante ellos, nuestra respuesta tiende a ser acorde a lo frenético de su ritmo. La mayor de las veces emotiva.

Frente al arrebato, Jesús reclama derecho al pasmo, en tanto desconcierto y falta de elementos suficientes para terminar de entender y comprehender lo que pasa ante nuestros ojos.

Derecho a tomarse tiempo para acercarse a los hechos con una mínima objetividad, sopesarlos, saborearlos y digerirlos; no ser tragados por ellos.

Tal es mi caso con el #CorralTour y su corte celestial.

De entrada no creo que esto sea un caso cerrado. Por un lado el coctel de neurosis políticas y egos desbocados que dan cara a este variopinto colectivo habla más de una adicción por la camorra y el reflector, que de eficacia política, justicia o dignidad cualesquiera. Por otro, y este es en sí el tema central, sus objetivos políticos son difusos.

El diferendo con Hacienda es un montaje. Corral gastó más recursos públicos de Chihuahua en su caravana que los que reclamaba de Hacienda. Además, se olvida que exigía el pago de recursos de un convenio que él mismo demandó de nulidad, cómo exigir pago de una obligación pactada y simultáneamente combatir ésta.

Lo de Duarte es una campaña mediática electorera, no un afán de justicia. Él sabe que mientras Duarte no esté sometido a proceso goza de una bandera política; el más interesado en que Duarte no sea extraditado se llama Corral.

¿Zanjado el diferendo con Hacienda y extraditado Duarte qué queda de Javier Corral?

Por lo pronto, me quedo con un sabor de boca de estar siendo utilizado y engañado con la fachada de una supuesta buena causa, trás las que se esconden otras inconfesables y nefandas.

Pero regresemos al pasmo, las precampañas, de suyo, insufribles, fueron borradas del mapa por una cruzada mediática de Corral. No se requiere un doctorado para saber que ésta es contra el PRI y Peña Nieto; pero demanda dotes de misterio determinar a favor de quién trabaja Corral y la patología de egos que lo acompañan.

Ricardo Anaya es para mí la víctima más visible del protagonismo de Corral; desplazado del escenario principal; perdido, solo y su guitarrita, en eventos anodinos e intrascendentes, asediado en casa con desgarres que afanosamente trazó y sitiado por su pasado económico que promete nuevas entregas, Ricardo Anaya da lástima, mientras sus compañeros de viaje corren a tomarse la foto en el camión, la marcha o el templete con Corral.

Los liderazgos se ven, más aún cuando las moscas, habidas de reflector, se agolpan entre sí por acercarse a quien de hoy emana la luz política. Y hoy por hoy, ni reflector, ni moscas, ni liderazgos están con el corista de Yauwi.

Habrá quien diga que Corral y Anaya trabajan en coordinación, que el primero atiende la estructura, mientras el otro golpea al sistema, pero la verdad es que Anaya no ha crecido lo que se esperaba para estos tiempos y Corral derrocha esfuerzos, recursos y tiempos en un enojo que bien pudiera capitalizar a su favor López Obrador.

Por otro lado, hay algo en la soberbia y festejo de Corral y corifeos que los delata e inquieta. Una especie de sádica fruición que se agota en la satisfacción de infligir dolor y escarnio al enemigo, pero que no construye política, ni acción efectiva.

Corral cosecha aplausos en caravana, pero Chihuahua empeora por instantes; Corral convoca a un nuevo arreglo Fiscal, pero dudo que sea efectivo recaudador y no veo a su lado a ningún Gobernador haciéndole segunda. Corral reclama transparencia, pero la opacidad condena a su gobierno y negoció en lo oscurito la entrega de un indiciado por delitos federales que lo acusa de tortura y tras haber sido multados elementos de su Fiscalía por no entregar información que les fue requerida; Fiscalía, por cierto, que a estas alturas nadie duda, en Chihuahua y en México, es todo menos autónoma de Corral.

Y esa es la sensación que me queda de este asunto de Corral y su #CorralTour, que es más lo que oculta que lo que muestra.

Razón por la cual, reclamo mi derecho al pasmo y aguardo a ver más de su desenlace que, me temo, pueda desilusionar más que agradar.

PS.- Y para quienes creen inaugurar tiempos nuevos, vale recordar que las marchas y plantones como negocio, a fin de cuentas le pagaron, las perfeccionó López Obrador en los noventas. Por cierto, entonces todos los que hoy acompañan a Corral, Creel incluido (en calidad de Consejero del IFE), alineaba con Andrés Manuel.

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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