PARRESHÍA

El voto obliga

El voto obliga

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Mercar el sufragio emitido es fraude.

Cuando un Diputado o Senador cambia de partido o pide licencia para ocupar su tiempo en otros menesteres, traiciona a sus electores.

Ellos lo eligieron para cumplir una función y una plataforma política, aquél responde a un mandato y está sujeto a la rendición de cuentas ante su mandante.

De Emilio Álvarez Icaza era previsible siguiera su protagónico ego, lo cual, aún así, no justifica haberse independizado. Su caso comprueba el papel de mero vehículo (taxi) de los partidos.

Pero lo de los cinco diputados verdes a Morena a cambio de la licencia del inefable Velasco no tiene calificativo. Insulta a Morena, quien no oculta su voracidad mayoritaria sin importar los cómos ni los costos, insulta a los electores cuyo voto mercaron por la locura y enjuagues de un gobernador enfermizo, insulta al Congreso, cuyos niveles de aceptación andan abajo de cero.

Es más fraudulento mercar el voto ciudadano hecho cargo de elección en la Cámara, que el voto de un ciudadano en casilla. En el segundo caso, al menos, el beneficio es para el titular del voto.

Lo más curioso es que las vergüenzas del Verde desaparecieron cuando se plegaron a la nueva mayoría. Meretrices de la política, ambos.

Mal empezó esta legislatura y augura malos tiempos para el gobierno por empezar.

No en balde dijo César: la esposa de César no solo tiene que ser casta, sino aparentarlo.



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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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