PARRESHÍA

Ab imis fundamentis

Ab imis fundamentis

Foto Copyright: lfmopinion.com

De nuevo en casa me encuentro con que el cambio sigue en su indefinición, contradicción y evasividad, que el nuevo Presidente aún no se entera que la campaña terminó en junio pasado y que el cacareado nuevo México no se expresa aún en proyecto concreto, política definida, o propuesta articulada alguna. Hay, sí, mucho ruido y cacayaca; mercadotecnia, no faltará quién me corrija, pero política y rumbo no.

Mi padre siempre dijo que en estos casos había que dejarlos solos para ver si pueden nadar y cruzar el río o se ahogan en el intento. Es muy pronto para poder descalificar al nuevo gobierno, como también es para aprobarlo y festejar (como inapropiadamente se hace ya) las albricias de un nuevo México.

Habrán de perdonarme si no le deseo al gobierno que preside el licenciado Fox el menor de los éxitos, pero además de que creo que no se lo merece, no le hallo prenda alguna que me permita hacerlo. Más dejamos que sea el tiempo quien vaya mostrándonos si pueden o no cruzar el río. No obstante, ante lo poco que hemos podido observar, creo menester acotar el aserto anterior en el sentido de que vaya mostrándonos en los hechos y en la realidad, no en los medios y los comerciales (como suele llamar Fox a la propaganda política) si pueden o no cruzar el río.

Creo, sin embargo, que el 2 de julio aún no ha sido debidamente dimensionado. Ante el pasmo y bilis priista, así como las crisis del PAN y PRD la alharaca foxista ha hecho imposible la reflexión sobre qué fue lo que pasó. Permítanme explorar una hipótesis de trabajo: el dos de julio no hubo ganador sino una derrota total de la política, los políticos y los partidos políticos, quien resultó triunfador no construyó un triunfo sino que emergió en la espuma purulenta de un sistema político que en su conjunto expresó su total decadencia.

Me explico, no perdió solamente el PRI, como estúpidamente festejan tirios y troyanos, el dos de julio perdió la política mexicana y perdieron los políticos mexicanos todos, de todas las banderías e ideas.

Con verdadera dedicación y esmero, durante décadas el sistema político mexicano, en donde se hallan incluidos todos los partidos y movimiento políticos, se dedicaron a desmontar el sistema. En ello, y con gran torpeza, muchos decidieron comprar los argumentos elaborados al norte del Bravo.

Unos, los encaramados en el poder, cumplieron su papel en el abuso, la abulia, la corrupción, la insensibilidad, el desconocimiento del correr del tiempo y la traición de los compromisos políticos que los llevaron al poder. Debo señalar que no fueron todos, ni siquiera una significativa mayoría, más bien fue una minoría escandalosa y ruin, más cercana al fenotipo del empresario aguzado que le roba al fisco empleados, clientes, socios y bancos, que el hombre de convicciones políticas y compromiso social.

Otros lo hicieron al lado del poder. Zánganos y parásitos que fueron los primeros en pasar lista de presente ante el "nuevo México" y a quien de seguro le chupan ya la sangre, envenenan su alma, tientan sus apetitos, mueven sus temores y lo invitan al placer y al oro. No quiero con ello decir que sean éstos, los zánganos y parásitos los que corrompieron a los primeros, no, que hubo entonces, hay ahora y habrá siempre, gobernantes que den clases de mala avidez.

Otros más, cumplieron su parte apostando al derrumbe de las instituciones: "mientras más mal nos vaya mejor".

Hubo también quien hizo su parte en el chantaje vil y vergonzoso, "cede en esto y te doy aquello", "quieres presupuesto, entrégame Huejotzingo", "quieres reforma política, garantízame el triunfo de las elecciones".

Hubo quienes pelearon por pasados fueros y privilegios.

Hubo también cruzados e iluminados, no dudo que hasta algún inquisidor trasnochado alinee por allí.

Tampoco faltaron los timoratos, los abyectos, los acomodaticios, los chamberos, los merolicos y los bufones. Los historiadores por consigna y los nuevos pontificadores de las cámaras y micrófonos hicieron también (y ¡tan bien!) sus veces.

Todos sin distinción sumaron su esfuerzo al desprestigio de la política, de los políticos y de los partidos. El mensaje que recibió el mexicano durante décadas fue que la política es igual a corrupción, político igual a corrupto y partido político a club de corruptos.

Durante décadas nos dedicamos a deslavar nuestras elecciones. Nuevamente unos con sus abusos y otros con sus chantajes, todos a fin de cuentas, mandando el mensaje de que todo era una porquería.

¿Cómo entonces pedirle a los mexicanos que creyeron en la política, en sus políticos, partidos y elecciones, sí eran políticos y los partidos los primeros en desmentir con sus actos y dichos cualquier virtud de la política?

¿Qué paso pues el 2 de julio? Perdió la política, la ciudadanía le dio la espalda y con ella a los políticos y partidos. La derrota, no es sólo del PRI. Este es, sí, quien más perdió como partido, pero todos perdimos porque hemos inutilizado el instrumento idóneo y probado para organizar a la colectividad humana en atención a fines generales.

¿Quién ganó el 2 de julio? Nadie. Un grupo de empresarios jugando a la política se sacaron el tigre y ahora no saben qué hacer con él. Y es que no es lo mismo prepararse para hacer negocios que hacer política, no es lo mismo exigir al gobernante que responder como gobernante, no es lo mismo ver por los intereses parciales y particulares de una empresa o grupo de empresas, que por los intereses siempre en conflicto de la sociedad toda. (Los interesados en el tema pueden analizar los últimos cinco años de gobiernos en Nuevo León).

¿Y Fox qué papel juega en todo esto? El peor, se cree triunfador y es sólo accidente de nuestra decadencia; se cree líder y es sólo un hombre que comunica bien, pero sin medida ni consistencia; cree abanderar "el cambio" y éste -así en genérico indefinible- es la más clara manifestación de que aquel es conducido (no conduce) por el vacío que dejó la muerte de la política. Fox navega en la oscuridad y sin brújula, no sabe leer los astros ni las olas, ni las nubes, ni las cartas marítimas; desconoce y desprecia el código de la mar y marineros; no sabe presentir las tormentas, desconoce la mar, la nave y su avituallamiento; ignora las condiciones del velamen y la estructura; su tripulación está hecha para otros menesteres y se marea en una tina de baño; no tiene puerto de arribo y cree poder llevar el timonel a base de declaraciones en los medios.

No señores, no nos engañemos, ni estamos en el cambio, ni hubo un triunfo de la democracia el pasado 2 de julio. Hubo, sí, la derrota de un sistema político que todos nos esforzamos en destruir. Y destruido está desde sus mismos fundamentos.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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