PARRESHÍA

Verdad social

Verdad social

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¿Verdad u opinión?

En la naturaleza de la política priva el "estar en guerra con la verdad."
Hanna Arendt (1968)



Aterrador lo sostenido ayer en "Si me dicen no vengo" por el responsable de la comunicación de López Obrador y próximo gobierno, Jesús Ramírez Cuevas: en el caso de Ayotzinapa, sostuvo, se requiere una verdad social para hacer justicia.

¿Verdad social?

Las sociedades no tienen verdad, sino pareceres, opiniones, emociones y hoy, en la época de la postverdad, confusiones inducidas.

A la justicia se llega por el estricto proceso de ley, no por verdades sociales, cualquier cosa que ello sea. Privan en ella los hechos, las pruebas, los argumentos y la ley, lo que opinen las partes y los ajenos al juicio no pueden ni debe contar.

Ante la sociedad no existe la verdad o la falsedad de lo que se le dice, sino la fuerza o debilidad de sus argumentos de cara a los cánones previamente compartidos por el auditorio. La comunicación política no busca alcanzar la verdad, sino hacer creer algo.
Para ello enmarca la realidad filtrándola a través de metáforas y frases hechas acordes a condicionamientos y definiciones previas, le da vuelo (spin) para inocularla contra cualquier otra versión y orquesta un esfuerzo propagandístico para que la gente adopte por repetición el encuadre deseado. Finalmente se cuenta una historia (narrativa) para adecuar la información a nuestra circunstancia. Verdades, pues fabricadas, e inoculadas como pareceres.

A diferencia de la verdad científica, la verdad en las ciencias sociales y humanas está cruzada por hechos, pero también valores, prejuicios y multiplicidad de informaciones contradictorias.

En el caso de Ayotzinapa existen actos jurídicos con consecuencias reales, juicios y prisiones; información científica y pareceres interesados de diversas partes.

Dos historias nos han sido contadas por dos de los interesados, una se conoce como la "verdad histórica", otra como "Fue el Estado".

Lo que propone Ramírez Cuevas como verdad social, entiendo, debe ser la segunda y puede que con todo el aparato del Estado que tendrán a su cargo tengan más suerte que el actual gobierno para hacerla prevalecer, lo cual no necesariamente implique veracidad alguna.

Tendremos, si así lo logran, eso que llama verdad social, que no es verdad, aunque goce de amplia credibilidad inducida.

Pero de allí a que por la verdad social se llegue a la justicia media un paso abismal que implicaría violentar el Estado de Derecho. La justicia no se sustenta en pareceres mayoritarios, pregunten, si no, a Jesucristo o a Sócrates. (ver NAIM, Cobardía.)

No prejuzgo a favor de la historia original de la "verdad histórica" y puede que nos enteremos de muchos ocultamientos en su haber, pero por igual desconfió de la verdad social que hoy pretende vendérsenos y que, por igual tendrá sus áreas veladas. Y desconfió más aún, cuando no es algún funcionario encargado de la procuración o impartición de justicia quien así nos la anuncia, sino el de comunicación social, cuya tarea nos la verdad, sino la propaganda.



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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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