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El sonido y la furia

El sonido y la furia

Foto Copyright: lfmopinion.com

Seguiremos luchando

Hace 50 años ocurrió el movimiento del 68 y la matanza de estudiantes en Tlatelolco. Lo que empezó como una pelea callejera entre estudiantes de la preparatoria Isaac Ochoterena y de jóvenes de Prepa 2 y del Poli, escaló al bazucaso en la puerta centenaria, a corretizas, abusos y macanazos de granaderos y a un pliego petitorio de exigencias muy limitadas a las autoridades, que actuaron con la sensibilidad política del orangután de las dictaduras. En octubre de ese año habrían muertos, heridos y prisión en Lecumberri para líderes de diferente calado, algunos de los cuales han sacado buena raja profesional exagerando su actuación y sufrimiento, ocupando puestos clave y engullendo plácidamente del sistema.

El mismo mes se inauguró la primera Olimpiada en México y se oyó en el estadio una rechifla sonora y generalizada contra el entonces presidente de la República.

La Olimpiada fue un éxito en todos los órdenes, las competencias deportivas y eventos culturales mostraron el rostro de un país capaz y apto para incorporarse de lleno a las responsabilidades del concierto internacional. Al mismo tiempo, mientras los atletas negros estadounidenses levantaron el puño en señal de protesta contra las condiciones de discriminación de allá y los muertos estudiantes se escondían, se reconoció la capacidad del país para pertenecer a la élite, aunque en la cola y hasta gritamos con gusto en la victoria del Tibio Muñoz en la competencia de nado de pecho. Su medalla de oro fue un grato acontecimiento nacional. La bandera tricolor ondeó orgullosa en las tribunas. En tanto, la sucesión presidencial ya estaba decidida. Triunfó la mano dura, aunque más tarde ese sexenio impresentable de "arriba y adelante" se acercara a muchos jóvenes e intelectuales. "Echeverría o el fascismo" fue la consigna de los consagrados e incorporados. Díaz Ordaz aceptó virilmente su responsabilidad histórica y pasó a la historia como asesino. Más tarde se ha sabido que el entonces secretario encargado del despacho de Gobernación, candidato triunfante en la puja y otros con espíritu policíaco pudieron haber sido los verdaderos responsables del uso excesivo de la fuerza y de los muertos, heridos y desaparecidos, muchos confinados en el Campo Militar número 1.

En tanto, el rector Barros Sierra defendía con dignidad la UNAM contra la entrada del ejército en CU y otras instalaciones. La memorable manifestación del silencio hasta Félix Cuevas y de regreso, porque la barrera de granaderos se veía de lejos, fue una experiencia de vida. Muchos ya no fuimos los mismos, mantuvimos abiertos los ojos ante la fuerza bruta y la cerrazón, por una parte, y la dignidad, por la otra. Sentimos en la piel la ética discutida en las aulas. Confirmamos que aún en silencio, con información limitada e ingenuidad, la fuerza de la razón era nuestra. Más tarde sería explícito que en plena guerra fría, nuestros vecinos del norte jamás vieron con buenos ojos la instalación de un régimen medianamente moderado, la apertura tendría que esperar hasta diciembre de 2018.

Ya envejecimos todos, pero seguiremos luchando: nunca más a la cerrazón, a la fuerza bruta y a los halcones, aunque ello no sea para nada facilito.

¡Viva la UNAM. Viva el Politécnico!




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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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