PARRESHÍA

Verdad, mentira y política

Verdad, mentira y política

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La verdad camina bajo amenaza de muerte.

"Los hombres que actúan, en la medida en que se sienten
dueños de su propio futuro, sentirán siempre la tentación de
adueñarse también del pasado"
Arendt



No creo en las Comisiones de la Verdad porque generalmente no buscan "La" verdad, sino "Su" verdad.

Olga Sánchez Cordero y el propio López Obrador así lo acreditan. La primera argumenta en favor de dicha comisión que los padres de los desaparecidos en Iguala no están contentos con la investigación, como si ésta fuera de complacencias. El segundo sostiene que el actual gobierno ocultó la verdad para proteger instituciones. En este caso, no habría ya necesidad de investigar nada, basta con preguntar a López Obrador en mintió este gobierno, qué oculta y en favor de qué instituciones lo hizo.

Ahora bien, si la Comisión de la Verdad se va instituir para dar gusto a los padres e imponer la narrativa dictada por el próximo presidente, será cualquier cosa, pero no de "la verdad". No sería la primera vez, Tlacaélel reescribió la historia de los mexicas para hacerlos descendientes de los teotihuacanos en vez de los chichimecas, de suerte de dar pedigrí a su poder en ascenso; allí empezó el juego de máscaras magistralmente desvelado por Paz en el Laberinto de la Soledad. En el mismo sentido el Jefe de Gobierno substituto ordenó retirar del Metro de la ciudad las placas conmemorativas de su inauguración por contener el nombre de Díaz Ordaz, como si con ello desapareciera el hecho; el funcionario quita placas y quienes a través de la Comisión de la Verdad buscan obtener un dominio del pasado, no entienden que éste solo alcanza para narrar los hechos; pero la narración, "que da forma a la historia, no resuelve ningún problema ni alivia sufrimiento alguno; no domina nada de una vez para siempre." (Arendt)

Verdad, mentira y política están imbricadas desde siempre como escamas en pez. El arcana imperii, la supremacía de lo oculto, siempre ha sido el consigleri de cabecera de los gobiernos. Por tanto, no tengo por qué dudar que en las investigaciones hasta hoy realizadas sobre Ayotzinapa pueda haber mucho de oculto, pero por igual, de hechos concretos debidamente y jurídicamente acreditados. Tampoco dudo de que en los malquerientes de las investigaciones permeen también ocultamientos y agendas políticas. Valdría la pena empezar por transparentar cuánto dinero se les ha dado por arriba y por debajo de la mesa a ese colectivo de padres, asesores, abogados y extranjeros, así como llamar a cuentas al funcionario responsable de los estudiantes desaparecidos en tareas extracurriculares nocturnas a cientos de kilómetros del plantel escolar a su encargo y en camiones secuestrados.

Nuevamente toma la palabra López Obrador y le dice al Ejército "el que nada debe, nada teme". Que en su contrario es: el que debe, teme. ¿Mueve acaso la Comisión de la Verdad el temor? El caso concreto de Ayotzinapa no le es ajeno al gobierno por entrar y, precisamente por ello, por el interés directo que lo marca, debiera estar más políticamente comprometido con "la" verdad que con "su" verdad. ¿Dónde radica la frontera entre el interés nacional y el interés político del grupo próximo a tomar las riendas del gobierno, imbricado en este tema?

El problema de la comunicación actual, porque en el fondo las comisiones de la verdad tienen fines de percepción, no de justicia (ver Verdad Social), es que hoy, por las nuevas tecnologías publicitarias aplicadas a la política, no solo es posible ocultar o falsear los hechos, sino desaparecerlos.

Encontramos dos tipos de verdad, la verdad racional y la verdad factual, la primera es aquella relativa a las ciencias y filosofía, la segunda a los hechos. Dice Arendt, a quien seguimos principalmente en este texto y quien inició el estudio sobre la mentira y la política en la época moderna, que lo opuesto a la verdad racional es el error o la ignorancia, pero lo opuesto a la verdad factual es "la falsedad deliberada, la mentira llana".

Es la verdad sobre los hechos la materia prima de la política. Jamás veremos manifestaciones porque dos y dos sean cuatro, pero por cualquier hecho del acontecer humano sí. Y es cuando la verdad sobre un hecho pasa de ser apreciada por el hombre en lo individual, para serlo por varios en conjunto, que empiezan nuestros problemas con la verdad. Decía Madison que "la razón del hombre, como el hombre mismo, es tímida y cautelosa cuando actúa en solitario, pues adquiere firmeza y confianza en proporción al número con que se asocia", en virtud de que, al ser parte de un conglomerado, más que el razonamiento propio, suele privar en él, el número de los que albergan las mismas opiniones.

La verdad en lo individual es convencimiento; en grupo es una expresión que se verbaliza en un "me parece", toda vez que cada uno de los participantes podrá tener su propia versión de la verdad. Un mismo hecho es presenciado e interpretado diversamente por cuantos participan en él, a ello hay que agregarle cómo lo expresen. Tal es el problema del déspota y de la política, la opinión no se puede monopolizar. Y tal es el problema de la mentira, que, a diferencia de la verdad, está plagada de las contradicciones propias de la realidad, carece de la tersura lógica de lo falso.

La verdad es evidente, la opinión es discursiva, de allí los distintos puntos de vista y narrativas sobre un mismo hecho. Por ello que la verdad factual siempre goce de una opacidad especial, toda vez que está condenada a configurar opiniones.

Lessing sostenía que la verdad, una vez expresada, se transforma en una opinión entre tantas. "No son los hechos los que estremecen a los hombres, sino las palabras sobre los hechos" (Epicteto). "Los hechos se objetivan al ser nombrados (…) Quien se arrogue más eficazmente el poder de nombrar, de dotar de expresividad a lo que ocurre, será también quien acabe por imponer la visión que se tenga de aquélla" (Vallespín 2012). Lo vemos en toda su dimensión en las dos narrativas encontradas sobre Ayotzinapa: "La verdad histórica" y "Fue el Estado"; ambas son visiones opinadas de los hechos, no necesariamente la verdad. Ambas buscan imponerse políticamente como únicas. Ambas persistirán mientras vivamos en libertad y derechos. Cuando la verdad se dicte por quien sea, así sea una Comisión de la Verdad, nuestro problema no serán ni los hechos, ni las opiniones, sino nuestra subsistencia en condiciones humanoides y políticas.

Lo más grave es que la verdad factual en el ámbito de las opiniones jamás podrá ser concluyente, habida cuenta que los hechos, por su propia naturaleza, pudieron haber sucedido de manera diversa a la que se sostiene y siempre habrá alguien, interesado o no, en desvirtuarlos.

En un mundo regido por los creadores de imagen, la verdad camina bajo amenaza de muerte; la mentira busca deformar la verdad; la imagen substituirla, cuando no desaparecerla.

Homero marcó a Heródoto y con él a la historia toda, al narrar por igual los hechos de Héctor, el derrotado, y Aquiles, el héroe; de Troya, arrasada, y de los griegos, triunfantes, para evitar, en palabras del propio Heródoto: que "los grandes y gloriosos hechos de los griegos y bárbaros caigan en el olvido y pierdan su gloria". Nuestro deber es contra el olvido y la falsedad. Hurgar en el pasado bajo interés político no es buscar la verdad, sino expiación o excusa. "Cuando admitimos que cada generación tiene derecho a escribir su propia historia, dice Arendt, solo estamos reconociendo el derecho de ordenar los acontecimientos según su perspectiva de dicha generación, no al derecho de alterar el propio asunto objetivo."

Puede que me equivoque, pero una Comisión de la Verdad presidida por el Subsecretario de Gobernación es todo, menos autónoma. Se parte de la desconfianza hacia el Estado, pero se hace depender en él la confianza en una Comisión de la Verdad a modo.

Sorprende, por lo demás, la sentencia de un Tribunal que, obligado a la verdad jurídica, somete ésta, por vías de imposible juridicidad, al acuerdo de una Comisión.

México está cruzado por desconfianzas y rencores, quiera Dios que a la mentada Comisión la mueva un afán de justicia y no de cálculo y medro políticos. México no merece tal mezquindad.

En esto de las Comisiones de la Verdad, coincido con Lessing: "Cada cual diga lo que considera verdad, ¡y la verdad misma esté encomendada a Dios!"




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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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