PARRESHÍA

Marrullería electoral

Marrullería electoral
Que siga la simulación.

Aquella noche el candidato estaba relajado, no obstante cuatro partidos habían impugnado la elección. Cenábamos después de un arduo día de imponernos de las demandas y perfilar su defensa.

No era un hombre de copas, simplemente estaba extasiado por sus astucias.

Por horas contó todas las barbaridades que hizo en la campaña, desde actos de dudosa legalidad, trampas mañosas con autoridades y contrincantes, guerra sucia y delitos.

Lo suyo no era la estrategia electoral, la propuesta ideológica y programática, el tejido de estructuras, ni el cultivo de simpatías ciudadanas.

Su verdadera vocación política era la trampa, el engaño, el lodazal.

Presumía saber encontrar los resquicios legales para abusar de la norma sin violentarla, navegar siempre al filo de la navaja, dar el golpe y ocultar la mano.

Su defensa fue azarosa, por fortuna acababan los partidos de prohibir la nulidad abstracta, pero al final la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, no obstante convalidar el triunfo, hizo un pronunciamiento sobre la legitimidad de elecciones plagadas de marrullería.

El ya Presidente Municipal electo no se molestó en leer la parte conducente de la sentencia, a fin de cuentas su ingenio y temeridad habían triunfado.

Tal es el talante de nuestros partidos y políticos. Su verdadera vocación está por la cultura de la ilegalidad. La escuela, aunque no se crea, la impuso el PAN y su doble moral forjando ejércitos de abogados especialistas en detectar normas imperfectas que determinen el deber ser, pero no cierren el circulo imponiendo la sanción correspondiente a su violación. Así, se hicieron expertos en violentar leyes que no tienen sanción.

La moda cundió entre todos los partidos sin excepción, haciendo una máxima que gozan y festinan con un dejo de superioridad e ingenio sin igual.

Ayer concluyeron las precampañas, todos los partidos y suspirantes están de plácemes. Todos festejan sus marrullerías y presumen sus tropelías.

Como el candidato aquella noche, no se percatan de los gestos de sorpresa, descalificación y hartazgo de quienes los ven y escuchan.
Las precampañas terminaron con un saldo negativo: la ciudadanía reprueba la simulación electorera bajo formulismos técnicos de llamar las cosas por otro nombre y vender como jitomate lo que es elote.

Precampañas, intercampañas y campañas, así como actos anticipados de campaña y conflictos postelectorales, son la misma gata revolcada: marrullería electorera de una partidocracia ajena a la realidad y adicta a la ilegalidad, engaño y corrupción.

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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