La crisis y la consulta
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Dicen los que saben que "crisis" es originalmente un término médico usado desde los tiempos de Hipócrates, considerado el padre de la medicina occidental. Se refiere al cruce de dos caminos, el momento cuando el enfermo sana o, a pesar de todos los conocimientos médicos y medios curativos disponibles, lamentablemente muere. En ciencias sociales se usa esta expresión para subrayar que ciertas condiciones económicas o políticas generan inestabilidad en las relaciones sociales y, desde luego, tienen costos como menor crecimiento, espirales inflacionarias, devaluación de la moneda, desequilibrios en balanza de pagos, corrupción institucionalizada, terrorismo, guerra, migraciones descontroladas y, en general, concentración de la riqueza y el empleo y empobrecimiento de la mayoría de la población. Al mismo tiempo, con un golpe de timón y fiducia, con políticas económicas adecuadas y con fomento al ahorro y a la inversión, con educación de calidad y trabajo, la crisis puede ser una oportunidad histórica de mejoría social generalizada.
Los ejemplos históricos son variados: la política del New Deal con Franklin D. Roosevelt, que después de la gran depresión y la guerra, en combinación con la revolución keynesiana, logra reducir el desempleo y mejorar las condiciones de pobreza y carencias, así como promover bienestar económico con programas agresivos de alto impacto social y posicionar a los EUA en un lugar de privilegio en el desarrollo capitalista.
En México, después de la revolución institucionalizada con Calles, la combinación del cardenismo con la expropiación petrolera, el impacto del reparto agrario, la educación laica, gratuita y obligatoria, la incorporación al mercado de amplios sectores de la población y el impulso industrial y comercial debido a la Segunda Guerra Mundial, dió a los gobiernos de los años cuarenta hasta los setentas la oportunidad de crecer en el llamado desarrollo estabilizador, con tasas promedio anuales de alrededor del 6.5 %.
Los países derrotados del Eje, en 1945, principalmente Alemania y Japón, con políticas económicas precisas, sacrificios múltiples e incluso pago de deuda impuesta, aprovecharon la inversión extranjera y con base en trabajo y ahorro, hoy son ejemplares naciones del primer mundo. La China, de la Larga Marcha de Mao, ha dado un salto inmenso hasta producir con alta tecnología y calidad en la competencia internacional. Lo mismo se puede decir de Corea del Sur, que apenas unas décadas atrás mostraba indicadores económicos y sociales por debajo de los índices comparativos mexicanos y en el nuevo siglo ya es una potencia de corte mundial.
En el Brasil de Lula, hoy encarcelado, los índices de pobreza se abatieron significativamente y según algunos analistas, haber pisado la cola al tigre y afectado a los más ricos lo tienen ahora como preso… político.
El caso de Sudáfrica es significativo, Mandela encabezó el desmantelamiento del Aparthied y pasó 27 años en prisión en la lucha contra la discriminación racial.
Hoy en día en México, después de la victoria electoral de Morena con el 53% del total de votos, el presidente electo ha insistido en la Cuarta Transformación, que tiene que ver con el abatimiento de la pobreza, la corrupción institucional, la violencia y la inseguridad. Se trata de construir un país moderno con significativos avances en la distribución del ingreso, con educación de calidad y asumiendo un papel relevante en el concierto Internacional, gracias a las mejores prácticas de producción, productividad, ahorro y elevación de la calidad de vida de todos los mexicanos y no sólo del 10% que consume más del 60% del producto.
La tarea se antoja inmensa, sin embargo, es urgente avanzar. No se parte de cero, pero mucha mala hierba habrá que arrancar y buscar formas más eficientes de hacer bien las cosas que no han funcionado, como desde luego, el combate a la corrupción y la violencia junto a una mayor participación ciudadana con compromiso social.
Ahí se encuentran razones suficientes para promover las llamadas consultas públicas por más que los Hiriart y los Alemán las desprecien. Al final del día, es mucho mejor consultar y acercarse a la población que llevar al cabo programas de deconstrucción social como, por ejemplo, los del ingeniero socavón, la Estafa Maestra, Odebrecht y seguir fomentado la manipulación informativa que tanto daño ha hecho al país.
Como muchos mexicanos, no tengo certeza que conviene más, si el aeropuerto en Texcoco o el proyecto de Santa Lucía, lo que sí es obvio es que el primero es sumamente costoso, parece un barril sin fondo, y beneficia principalmente a algunas de las familias nuevas ricas del llamado neoliberalismo de las últimas décadas: Slim, Salinas (Gerard Rivero), Quintana, Hank y Vázquez Raña, que tienen el 51% de los contratos (Ver Dinero de Enrique Galván Ochoa en La Jornada del 19 de octubre 2018) y otros asociados de costumbre que ya han comprado terrenos y predios adjuntos, y creado empresas de materiales y mantenimiento para buscar su oportuna ronchita en el NAIM. Asimismo, Texcoco enfrenta críticas en cuanto a la destrucción del ecosistema y la lucha y desplazamiento de los de Atenco con todo y machetes.
Santa Lucía, por su parte, es un proyecto más modesto, tal vez menos eficiente a largo plazo, menos costoso y sólo una solución parcial, algunos opinan que además es incompatible con el uso intensivo del aeropuerto actual, ya saturado.
En general, la llamada izquierda y luchadores sociales destacados se inclinan por esta opción, mientras los inversionistas tradicionales quieren Texcoco y chantajean con el petate del muerto de la importancia de enviar señales de confianza a los mercados, aunque como se sabe, no hay borracho que coma lumbre.
Creo que en la consulta deben de tener papel destacado los expertos, como los ingenieros en aeronáutica, pilotos y otros especialistas de aviación. Además, debe de considerarse qué si otras alternativas de gasto son prioritarias en el presupuesto y aparece Texcoco con crecientes costos de ejecución y mantenimiento, y es esa su principal limitación para aprobarse, podrían licitarse las distintas fases de operación.
Y si en cambio se decide por Santa Lucía, se deben resolver con detalle aspectos de seguridad y viabilidad aeronáutica aún difusos.
En resumen, la calidad de la comunicación aquí y en otros temas torales de política pública deberá ser fortalecida en la Cuarta Transformación, mucho mejor que la experiencia de ausencia, abandono e inepcia de la presente administración, que por fortuna termina en pocas semanas, cuando el enfermo parece sucumbir de desaliento. A partir de diciembre habrá que trabajar con liderazgo y decisión para superar la crisis, el país se merece esta oportunidad.
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