POLÍTICA

Los diez minutos de gloria para Corral, infierno para Chihuahua

Los diez minutos de gloria para Corral, infierno para Chihuahua

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Hoy, Chihuahua amanece con más problemas que soluciones.

Espero que Corral haya gozado sus diez minutos de gloria, porque en política la soberbia se paga y caro.

No me refiero a monetario, sino a costos políticos.

En la cresta de la ola mediática de su montaje electorero, a Corral le ganó su ego desbordado, el fajador callejero que anida en sus venas y el histrionismo que lo caracteriza y que siempre castra sus mejores esfuerzos.

Confunde la política, que es el arte de concitar opuestos en unidad de acción, con pleito de cantina; estadista con flor de un día; gobierno con arenga.

Confunde pandilla coyuntural de personalidades de relumbrón con base social y chihuahuense.

Confunde estratagema electorero con gobernanza.

Su cobijo en el aplauso fácil y mitinero duró lo que su puesta en escena.

Hoy, Chihuahua amanece con más problemas que soluciones.

La excusa de su huida hacia delante es la supuesta retención de 700 millones de pesos por parte de Hacienda, monto altamente vendible, pero insignificante en el volumen de recursos que involucra la relación federación Chihuahua.

Corral gana perdiendo. Gana fugaz y mediáticamente. Pierde en gobernanza, margen de maniobra y autoridad moral.

De allí su imposibilidad como estadista. El verdadero hombre de Estado no puede jugarse el todo por el todo en una apuesta de cantina y está obligado a sopesar los costos y beneficios de sus decisiones en el horizonte de largo aliento.

Cuando uno va caminando por la calle del brazo de una dama y observa en su camino a un grupo de facinerosos, o cambia de acera o reanda sus pasos, pero evita que la honra de su acompañante se pueda ver mancillada. No es el caso de Corral, que crea el avispero, lo enardece y se lo avienta a Chihuahua, a quien debiera cuidar por sobre su ego inconmensurable.

Bien, ya le declaró la guerra a Peña y a la federación, ya los puso contra las cuerdas, ya los vilipendio duro y bonito. ¿Y luego? ¿Cuántos asuntos de Chihuahua se cocinas hoy mismo en las hornillas de la federación?

¿Cuántos temas locales siguen sin control? ¿Cuántas dudas silenciosas incubó su beligerancia actuada?

¿Cuántos chihuahuenses lo seguirán hasta la ignominia?

Va a dedicar sus días y recursos en mítines, asambleas de barrio, marchas de Juárez a la Ciudad de México, viajes al extranjero y el ruido que caracteriza su historia. Sin duda en ello se va a gastar mucho más que los setecientos millones que dice les debe la federación y Chihuahua seguirá hundiéndose en sangre e inseguridad.

¿Cuánto tiempo cree que le va a durar el apoyo de empresarios y burócratas una vez que su declaración de hostilidades contra la federación se exprese en sus bolsillos?

¿Por sobre el fuego de la inseguridad que carcome la cohesión social en Chihuahua, conviene a Chihuahua rociar con gasolina el conflicto social por cálculos electoreros?

Cualquier gobernador medianamente enterado, haría hasta lo imposible para que la elección más complicada de la historia de México, en términos de puestos en contienda y complejidad operativa, se desarrolle en términos civilizados y pacíficos. No Corral, cuya rijosidad lo lleva a incendiar la pradera como escenario de ego inconmensurable.

Insisto, electorera y mediáticamente el montaje de Corral a favor de Anaya es todo un éxito.

Pero Chihuahua se merece mucho más que eso.

Chihuahua no puede ser usada como pieza sacrificable en el tablero de las voracidades del poder.

Chihuahua no debe pagar las apuestas personales de un gobernador fallido, pendenciero y busca chambas a través de pleitos.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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