Anaya se lleva la semana
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La semana es para Ricardo Anaya con oreja y rabo.
Ni él, ni Corral, ni Yunes son santos de mi devoción, pero las cosas les han salido por nota.
Corral se blinda contra el desastre de su desgobierno, acusando al PRI de retenerle 700 millones de pesos de un convenio por él impugnado y, por tanto, sub júdice hasta ser resuelto; no sin antes recibir de la federación 4 mil millones adicionales el año pasado, de los que no dice ni pio. De paso revive el tema de Cesar Duarte y se lo endosa completito a Peña Nieto: si este rufián no está en la cárcel es por culpa del Presidente; sienta al PRI, al Secretario Videgaray y a Meade en el banquillo de los acusados y para donde se muevan serán objeto de señalamientos, y tiene a Manlio contra las cuerdas entre amparos y paranoias, en lugar de en operaciones políticas. Por si fuera poco, muestra la suerte que podrán correr los gobernadores priistas si osan jugarle a los Midas electoreros en el 2018.
La escuela electorera Fuerza Mexiquense, sus triquiñuelas y usos, ven de cerca el final del túnel y, tal vez, las llamas del infierno político.
Yunes, no obstante reloj y nepotismo, logra darle la vuelta a la tortilla y se posiciona como la espada de Damocles sobre Andrés Manuel. "Loco", le llama y reta un día sí y otro también a debatir, reiterando sus acusaciones de haber sido financiado por el otro Duarte. El Mesías, parece, ha encontrado la horma de su zapato.
Mientras tanto, Anaya lleva a su hijo a la escuela y se muere de la risa ante la debacle estratégica priista y el pasmo del rayito de esperanza.
De poco sirven los contrastes y contradicciones: lo que en Chihuahua es una heroicidad contra la corrupción, en Sonora es una persecución política. Es el mismo tema y trama, pero el PAN se ha escriturado en monopolio la lucha anticorrupción: si él denuncia, es justicia; si es denunciado, cacería. El reloj en la muñeca de Borge es crimen de lesa humanidad, en la de Yunes es guerra sucia y difamación. Chihuahua y Veracruz arden en inseguridad, pero la culpa, dicen, no es de sus gobiernos locales, sino de una federación que les regatea apoyos, aunque los reciban a raudales. Ambos tienen ya su tablita de salvación y agenda mediática de aquí a junio, luego, dependiendo de los resultados, verán en continuar su marrullería o en preparar el asalto al poder.
Los videos de López Obrador se pierden en la ola anticorrupción del estratagema panista y La Nada Ochoa Reza se desmorona en su monólogo monotemático aturdidor contra López Obrador, incapaz de reaccionar a las circunstancias, articular dos ideas ajenas a su choro de merolico mareador y entender que el verdadero adversario del PRI es Anaya.
Meade no logra salir del páramo que es el PRI y que lo jala al fondo de su podredumbre, en lugar de lograrla esconder tras su prestigio personal. Sin estrategia visible, quizás probando algunas sin suerte ni determinación, con discursos dispersos y emisores varios y contradictorios que se anulan entre sí, empezando por enterrar el mensaje del precandidato entre el soliloquio locuaz de La Nada Ochoa y la agenda de llanero solitario de Nuño. La Nada y Nuño hablan todo el día, las mismas cosas y en competencia con el propio precandidato al que ellos mismos degradan a "Pepe". Un cuate más, uno del grupacho, de sus confianzas, de sus influencias; no un personaje respetable y hasta cierto punto temible. No veo a nadie en el PAN llamando a Anaya Richi o Ricardito, ni al Mesías Andrés o Andy.
Para colmo, han mordido el polvo con la denominación de su coalición, se ven obligado a cambiarla y no saben aún cómo llamarle, no han podido sacudirse el sanbenito del posible cambio del precandidato y con el tema de la estafa mayor, de viejo cuño y refritos varios, compraron pleito absurdo y de entrada perdido con el portal Animal Político y su hábil director.
Para colmo, suman acrítica, apresurada e ofrecidamente, hasta los límites de impudicia, a Javier Lozano, como si fuera un gran activo, un gran logro y un gran prestigio.
Hasta en eso sale ganando Anaya: se deshace de un dolor de cabeza que con su salida termina por deslegitimarse en el PAN y corona su desdoro en el PRI, del que huyó en el 2000 a cambio de una Secretaría de Estado con Fox. En lo personal estimo y respeto a Javier Lozano, y gozo de sus pleitos y ocurrencias, pero dudo que vaya a acercarle a Meade otra cosa que sus enemistades y peleas callejeras y a navajazos. No sé si le sume voto panista, pero sin duda le resta priista.
Conozco a priistas de toda la vida y sacrificio que se morirían por una encomienda modesta del precandidato. Me pregunto qué sentirán con el nombramiento de Lozano ante un Meade al que sienten distante, ajeno e inaccesible.
En fin, creo que el PRI carece de brújula, timonel y carta de navegación; que desconoce la nave que pisa y desconfía de su tripulación, a la que le habla en otro idioma; que le sobran mariscales y le faltan capitanes y sargentos; que se excede en el discurso pero es deficitario en ideas y oportunidad; que su cuarto de guerra es una Torre de Babel y que su estrategia un manual para esquizofrénicos en pánico. Al menos en esta semana Meade, sus estrategas y operadores perdieron, y feo, en todos los frentes.
A Andrés Manuel lo veo viejo, desorientado, cansado; sin ninguna maroma nueva, ni conejo en la chistera; arañando las paredes para no caer en picada en las preferencias electorales y dentro de una hoguera de vanidades de la que no puede abstraerse. Bueno, hasta paz y amor le ofreció a Yunes para no debatir.
Frente a ello, veo, muy a mi pesar, a un Anaya quitado de la pena, dueño de sus tiempos, artífice de una coalición consistente, al menos en torno a él, con un equipo leal y aguerrido, y con una partitura que conocen bien y ejecutan con maestría y concierto. Hasta su tema musical se ha convertido en éxito meadiático.
Si Meade quiere ganar, alcanzada la candidatura tiene que tomar el control de su campaña, a riesgo de terminar enterrado por los artífices de su triunfo.
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