Revolución en el olvido
Un posteo de TAAP me mostró la terrible omisión de mi parte en este 20 de Noviembre.
Con pesar reconozco que le funcionó a Fox convertir las efemérides nacionales en puentes desmemoriados. Hoy los mexicanos festejamos sin saber qué festejamos.
Las efemérides son ejercicios de memoria para no olvidar de dónde venimos y cómo llegamos aquí.
La derecha al llegar al poder se empeñó en borrar la historia patria que tanto le incomoda. Hoy el 20 de noviembre no festeja la Revolución, sino El Buen Fin.
Un millón de muertos borrados de un plumazo (y puentazo). Y luego nos preguntamos por qué y cómo perdimos la brújula.
La Revolución Mexicana fue la culminación del reclamo social iniciado por Morelos en Los Sentimientos de la Nación: moderar indigencia y opulencia.
Hidalgo dio El Grito por la libertad política, pero el contenido y desiderátum social de la Independencia lo imprimió el gran Morelos.
Cuando Iturbide se monta en la Independencia, ésta ya había perdido su origen eminentemente social. Nos independizamos de España, pero no de las clases gobernantes. Hubimos de perder territorio y sufrir invasiones, para que surgiese un Ejército verdaderamente popular y no el de clase social y oligárquico que heredamos de la Corona.
A la Iglesia, su poder y riqueza, hubo que refrenarlas con la Reforma, así como el federalismo tuvo que domeñar el centralismo tan querido por las derechas, lo cual explica, entre otras cosas, la absurda nacionalización de la organización electoral, chantaje panista en el Pacto por México.
Pero el México de la Reforma entra a la modernidad de mano de los científicos, que querían ser todo excepto mexicanos. Vistieron de frak, bebieron coñac en lugar de pulque y pintaron y escribieron como en Francia.
Ese México europeizado crecía ante el asombro del mundo, pero sobre el drama humano de un pueblo sin tierras, acasillado, sin salud, sin educación y sin justicia: un México sin mexicanos.
Contra ese México se levantó la Revolución, no contra el progreso Porfirista, sino contra su injusticia y desigualdad. Tan parecidas a las de hoy. La Revolución no solo saldó de cuentas sociales, sino que fue un conocerse y reconocerse como mexicanos.
El acasillado rompió sus cadenas, quemó la hacienda, se trepó a un tren, conoció México y se reconoció como mexicano.
La mexicanidad fue un movimiento producto de ese verse en el espejo e identificarse en comunidad.
Por primera vez el mexicano se preguntaba qué era, quién era. Así se cantó en corridos, se novelizó y se pintó en murales.
Otro México salió de la Revolución, un México con hambre y sed de justicia.
Olvidarlo, convertirlo en un happening comercial, es rehuir a la responsabilidad que tenemos para con el pasado, pero también es negarnos a rendir cuentas de lo que hemos hecho con el México que nos entregaron nuestros mayores.
La pregunta es, ¿México ha saldado los reclamos de justicia social de su Revolución o los ha profundizado y acrecentado? Ahí se los dejo mientras se gastan lo que no tienen.
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