POLÍTICA

AMLO, montar o ser montado

AMLO, montar o ser montado

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No es lo mismo prometer votos, que necesitarlos

No es lo mismo montar que ser montado.

Tal pudiera ser el dilema de López Obrador en el 2018.

Ahora que todos lo dan por triunfador de una carrera que aún no inicia, le sobran adherentes que quieren subirse a su proyecto.
Subrayo "subirse".

Todos le apuestan a ir sobre el caballo ganador: él.

En otras palabras, colgarse de su popularidad para ligar un cargo de representación o burocrático.

Nada más que los triunfos nacionales se construyen al revés.

Un candidato presidencial, aunado a su arrastre nacional, requiere en cada rincón del país candidatos a cargos menores que le arrimen votos de sus propios seguidores el día de la elección.

Por más popular que sea el candidato presidencial, quienes sacan a votar al elector son los candidatos de las circunscripciones más pequeñas, los distritos, locales y federales.

Son pues los líderes locales que sobre el territorio movilizan a sus simpatizantes para sumarle votos al candidato presidencial.

Digamos que hay un efecto de arrastre en dos sentidos, del candidato presidencial hacia el resto de las candidaturas en juego y de éstas hacia aquél.

Bajo el viejo esquema de votos duros, el arrastre de votos era casi en automático a favor de todos los candidatos de un mismo partido. No obstante en México desde hace años priva cada vez más el voto diferenciado, por medio del cual quien vota por Presidente de un color, no necesariamente lo hace por el resto de los candidatos que lo acompañan en las diferentes boletas.

En ese sentido, puede que AMLO se llene de pedigüeños que no necesariamente le agreguen votos a su causa o, peor aún, se los resten por la mala fama que puedan gozar en su terruño. Salgado Macedonio es, sin duda, un claro ejemplo del tema.

La CTM durante décadas presumió hacer ganar a los candidatos presidenciales del viejo PRI, hasta que se demostró que éste perdía en las unidades habitacionales obreras. Por igual, perdían los candidatos del sector obrero que terminaron confinados al resguardo de las listas plurinominales.

No es lo mismo prometer votos, que movilizarlos.

No es lo mismo ofrecer votos, a necesitarlos.

A ello habrá que sumar los desencuentros propios de MORENA, como el caso Monreal, así como el gen antisistémico de sus huestes, más orientadas a la lucha callejera que a la construcción de alianzas y suma de voluntades. No es lo mismo movilizar para tomar pozos petroleros, acampar Reforma o reventar parlamentos, que movilizar el voto ciudadano y estratégico por casilla según su prospectiva y circunstancia.

Es sabido que muchos morenistas han hecho alarde de que su triunfo será el de un gobierno de ajuste de cuentas. Están en su derecho, pero pocos votos serenados serán los que por esa vía capturen.

El voto ciudadano es más conservador de lo que se pudiera pensar. Sin demérito del enfado ciudadano ante abusos, impunidades y corruptelas, a la hora de votar, el ciudadano pondera por sobre todo la paz social y la seguridad económica. Le espantan los regímenes de terror, en donde se sabe quién es el primero en subir a la guillotina, pero se desconoce quiénes lo seguirán, llevándose entre las cabezas rodadas a una gran mayoría de inocentes.

Ese es otro filón que debe considerar López Obrador en el dictado que personalmente haga de las listas de candidatos, cuántos de sus fieles seguidores, además de jurarle lealtad hasta la muerte, solo servirán para espantarle al electorado.

En ese tenor, si AMLO piensa que la elección se va a ganar porque él va de Presidente, así como piensa que la inseguridad y la corrupción habrán de acabarse con su sola llegada al poder, puede llevarse un tercer desencuentro con realidad.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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