POLÍTICA

Partidos, trozos de historia y miedo

Partidos, trozos de historia y miedo

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Soberbia histórica y miedo al devenir

El Magister Ludi en el Juego de Abalorios (Herman Hesse), plantea así el conflicto de su vida: "La institución Castalia (de la que es cabeza), nuestra Orden, nuestra labor científica y escolar, juntamente con el juego de abalorios y todo lo demás, nos parecen a cada uno de los Hermanos de la Orden tan naturales como el aire que respira a cualquier ser humano; el terreno sobre el cual pisa, a cada uno de los demás. Apenas si alguna vez hay quien piensa que este aire y este suelo podrían no existir, que la luz podría faltarnos un día, el suelo huir bajo nuestros pies. Tenemos la dicha de vivir en un pequeño mundo limpio y alegre, bien protegido, y la gran mayoría de nosotros, aunque pueda parecer sorprendente, vivimos en la ficción de que este mundo ha existido siempre y nosotros somos innatos a él (…) y olvidamos sobre todo que nosotros también somos un trozo de historia, algo devenido, algo condenado a morir, si perdemos la facultad de nuevo devenir y transformarse. Nosotros mismos somos historia y tenemos responsabilidad en la historia del mundo y en nuestra situación. Nos falta firma conciencia de esta situación."

Tal es el drama de nuestros partidos, ordenes encapsulados y amurallados en su mundo perfecto y cuidado, limpio y alegre –para ellos-, permanente e inmutable. Hasta que se dan cuenta que son polvo de arena del devenir mexicano, que no siempre fueron y que no siempre serán.

La historia y la teoría política se los ha dicho hasta el cansancio: lo que hace al mandato es la obediencia; mandas hasta que te dejan de obedecer; vives hasta que dejan de creer en ti; respiras hasta que te dejan de querer; guías hasta que nadie te sigue.

¿Qué vendrá después? No lo sé, pero sí que nada dura para siempre y a nuestro sistema de partidos se les agotó su tiempo y cuerda. Son parte de la historia y ésta les exige hoy cuentas y respuestas.

Y su contestación es el miedo.

Y con miedo no se llega a ningún lado.

Hoy nuestra clase política no va a lado alguno, porque la mueve el miedo. Miedo al pueblo, que la odia, miedo a un vecino gobernado por un demente, miedo a condenas penales por corrupción e impunidad, tanto por acto, al serles propias, cuanto por omisión frente a las ajenas que no se supieron o no se quisieron combatir a tiempo.

Miedo a su abuso del poder. Miedo a su distanciamiento de las causas populares.

Miedo, sobre todo, al 18. De la próxima elección, una tormenta perfecta armada en su soberbia sin par, no les importa quién gane de ellos, sino cómo será la pérdida absoluta de la confianza ciudadana al sistema de partidos.

Adelanto que soy un ferviente convencido de que la democracia requiere organizaciones ciudadanas, comúnmente llamadas partidos, pero por igual, que a éstos que tenemos y al sistema perverso, depredador y apolítico que han creado, les ha llegado su fin.

Bien lo saben o presienten, de allí los desfiguros de su actuar.

Primero dejan claro que no requieren las carretadas de millones de que gozan, al pretender lavar sus culpas renunciando a ellos con displicencia suicida. Sabedores, por igual, del descrédito de su actuar, ofrecen también suprimir los plurinominales, tan aborrecidos, aprovechando el rencor ciudadano para regresar a un sistema de representación que perfila mayorías artificiales, bipartidismo y exclusión.

"Aprovechemos el desprestigio de los plurinominales -han de haber sostenido algunos plurinominales íconos de la cortesanía y abyección políticas- para suprimirlos a todos alegando gran ahorro presupuestal, decisión y valor políticos, y sacrificios para la reconstrucción. Al hacerlo nos deshacemos del correctivo a la sobrerrepresentación que impone la representación proporcional y con nuestra estructura territorial, operación clientelar y cartel de gobernadores nos aseguramos la mayoría en el Congreso."

Suponiendo que la hipótesis fuese cierta, conviene recuperar a Reyes Heroles con motivo de la Reforma Política de 1977.

Lo primero que nos diría Don Jesús sería: "… se trata de realizar una reforma política, no para favorecer o perjudicar a uno u otro grupo, sino para acelerar sólidamente la evolución política nacional." En este caso, al menos han tenido la vergüenza de disfrazar su maña bajo los escombros de los sismos, ya que saben bien que jamás podrían llamar a esto reforma política y sí, más bien, contrarreforma política, además de buscar embozadamente beneficiarse de ella

Seguiría el ideólogo señalando: "hay quienes pretenden un endurecimiento del gobierno, que lo conduciría a la rigidez. Tal rigidez impediría la adaptación de nuestro sistema político a nuevas tendencias y a nuevas realidades; supondría ignorarlas y desdeñarlas. El sistema, encerrado en sí mismo, prescindiría de lo que está afuera en el cuadro social y reduciría su ámbito de acción al empleo de medidas coercitivas, sin ton ni son, canalizando al fortalecimiento de la autoridad material del estado recursos que demandan necesidades económicas y sociales. Es la predica de un autoritarismo sin freno ni barreras."

"… que el Estado ensanche las posibilidades de la representación política, de tal manera que se pueda captar en los órganos de representación el complicado mosaico ideológico de una corriente mayoritaria, y de pequeñas corrientes que, difiriendo en mucho de la mayoría, forman parte de la nación.

"La unidad democrática supone que la mayoría prescinda de medios encaminados a constreñir a las minorías e impedirles que puedan convertirse en mayorías; pero también supone el acatamiento de las minorías a la voluntad mayoritaria y su renuncia a medios violentos, trastocadotes del derecho.

En este último caso, el mensaje es doble: por un lado a un gobierno medroso que cree que así puede detener su fatal sino; por otro a un grupo vindicante que cree poderse hacer del poder y si no incendiar México.

Seguiría Don Jesús: "… no admitimos para nadie el derecho de tolerar, y menos aún el de no tolerar modos de pensar distintos al suyo. La libertad de pensamiento obviamente da lugar a distintos modos de pensar; todos con derechos a la existencia y a su manifestación o expresión. Rechazamos actitudes que, a título de un modo de pensar, condenan otros e invocan el derecho a la intolerancia. Cuando no se tolera se incita a no ser tolerado y se abona el campo de la fratricida intolerancia absoluta, de todos contra todos. La intolerancia sería el camino seguro para volver al México bronco y violento."

Lo anterior cabe para todo mundo, pero embona a la perfección para las franjas de la izquierda vociferante y violenta, así como a posiciones de la derecha cebada en las alternancias pactadas.

Finalmente diría Reyes Heroles: "El Estado mexicano es fuerte por su legitimidad constitucional y sustento popular, por sus facultades en materia económica y social; es un Estado fuerte que dirige, coordina y rige, y no un Estado corcho que flota entre corrientes antitéticas contradictorias, que es objeto de presiones y no entidad capaz de decidir y orientar."

Ahí les hablan inútiles.

Finalmente, las desavenencias y avenencias interpartidarias y de sus miserables liderazgos políticos son síntomas de opereta barata del Ocaso de los Dioses región IV. Prueba de ello y de su miedo suicida es que el discurso político y publicidad de los partidos y sus personeros desde hace muchos años es antipolítico y antipartidista.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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