Mimetizados en escombros
Caminamos a obscuras, sin saber dónde y cuándo la noche tocará a fin.
Avanzamos entre los escombros de nuestra política, economía familiar, credibilidad informativa y cohesión social.
Un manto de zozobra y aprensión envuelve nuestro andar.
Lo que hasta ayer era pasatiempo futurista para engañar nuestro presente, hoy es hartazgo.
Lo que pudo ser en seguridad, anticorrupción, combate a impunidad y redignificación de la política, es su contrario y agravado.
La democracia a la que aspiramos se convirtió en calabaza. Nuestras instituciones democráticas en ratoncitos.
El enfado y rencor ciudadano son sigilosa y digitalmente conducidos contra toda institución política. Los aprendices de brujo a cargo de ellas -sin idea de Estado ni de política-, son los primeros en caer en el garlito y pelean por encabezar su propio entierro.
Nada más patético que el uso de prerrogativas públicas por los partidos para publicitar propaganda antipartidista y antipolítica. Signo de nuestros tiempos y de la catadura de nuestro sistema de partidos y sus infamantes burócratas.
En el horizonte se perfilan personeros del gran capital disfrazados de sociedad civil como los nuevos paladines democráticos.
La consigna es quemar en leña verde todo lo que huela a gobierno, partidos y política.
Si alguien todavía piensa que la botarga neolonesa de Independiente era para impulsar ciudadanos, se equivoca. El objetivo, hoy cada vez más claro, fue terminar de derrumbar un sistema de partidos desacreditado y una clase política extraviada y corrupta, para dar paso a la toma del poder por el oligopolio forjado en la modernidad. No sé si reír o llorar por la candidez de Pedro Ferriz y demás (inde)penitentes en su quijotismo.
La política (lo que debiera ser) y las instituciones políticas (lo poco que de ellas queda en pie), corren entre aplausos a la privatización de la democracia, vía la manipulación de la bilis y ceguera ciudadanas.
Frente a ello no hay político, ni instituto político, ni Estado que perciba la asonada y menos ose defender lo público, lo ciudadano y la democracia.
Los propios partidos hacen desfiguros corriendo hacia la guillotina y disputándose la primicia de rodar su cabeza.
Tantos miles de millones de pesos entregados a ellos y no fueron capaces de generar inteligencia política o, al menos, instinto de sobrevivencia. Mercanchifles, mercenarios, vividores, cortesanos.
Se lo merecen.
La política en México, entendida como lo que permite la convivencia organizada, está por desaparecer frente a la embestida del gran capital, que se apresta a hacer de la reconstrucción pingüe negocio (again) y asalto al poder (Neoporfirismo).
Caminamos a obscuras, sin rumbo, sin destino, sin conciencia.
Mimetizados estamos en los escombros de lo que pudo ser.
Como sea, nos lo ganamos a pulso.
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