POLÍTICA

La guerra que viene

La guerra que viene

Foto Copyright: lfmopinion.com

No nos preparemos para el muro, preparémonos para la guerra.

En política no hay coincidencias.

Enardecer el odio hacia el vecino mexicano con miras a generar emociones epiteliales favorables en una masa electorera desplazada, desesperanzada e ignorante.

Pretender violentar acuerdos comerciales en perjuicio de una de las partes, aduciendo desmedidas ventajas nunca comprobadas.

Culpar al mexicano de las desgracias, pobrezas, desencuentros y violencias norteamericanos.

Imputar la maldad del narcotráfico en la oferta, sin considerar el extremo de la demanda, sobre todo en un modelo de desarrollo impuesto a sangre y fuego sobre la base de la economía y sapiencia del mercado.

Pretender disminuir los presupuestos ambientales y diplomáticos, si el Congreso se lo permite, y aumentar desmedidamente el presupuesto belicista, sólo nos habla de que se preparan para la guerra.

Tal es Trump, tal su era, tal su abierta jugada.

Luego entonces, si su expectativa y proyecto son de incendiar al mundo, qué mejor de levantar un muro bajo la excusa y manipulación de alientos xenofóbicos, cuando en el fondo lo que busca es que el incendio que levante no llegue a las puertas de la casa propia.

En la ecuación se echa de menos tres elementos, el histórico, el sociológico y el político.

El primero nos muestra que no hay murallas impermeables a la barbarie. Paradójicamente la guerra del opio mostró la inutilidad de la muralla china. Cuando el hoy paladín de aquel impulso vital es quien pretende levantar la nueva y aún más estúpida versión de la de suyo y probada inútil muralla.

El segundo, que las conflagraciones en un mundo globalizado permean como la humedad hasta carcomer los cimientos de cualquier muro.

Y tercero, que a diferencia de Hitler y Stalin, hoy, aunque no se crea, existe una masa ciudadana, quizás no muy numerosa, pero sí cohesionablemente muy efectiva.

Conclusión: la muralla no es contra México, sino que pretende detener en el sur de su frontera la crisis humanitaria que las guerras de Trump pretende generar.

Finalmente reconforta que las instituciones norteamericanas aún tengan instintos republicanos frente a los avisos del tirano.

Moraleja: no nos preparemos para el muro, preparémonos para la guerra.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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