POLÍTICA

No tienen madre

No tienen madre

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Presumen el pasado del PRI, pero no aprenden de él

Y cuando creímos haber visto todo y que la ignominia había tocado fondo, el PRI nos vuelve a sorprender.

Haciendo tabla rasa de la historia, y aún del presente, el señor Ochoa hizo al Presidente entregar la medalla priista a la Constancia, Disciplina y Lealtad a un diputado… del Verde.

Pero es que en serio, no tienen madre.

Lo de menos es que orillen al Presidente y al PRI a semejantes desfiguros y que éstos se dejen, por igual, que se obstinen en montar en ese partido un tríler de zombies encabezados por Murat con coreografía de personajes de su calaña; pero aprovechar la crisis mortuoria del tricolor, su anemia ideológica y la ausencia de liderazgos para proyectar candidaturas al Senado es no tener madre.

Me da la impresión que este señor Ochoa no va ni al baño sin consultarlo con Gamboa. Y éste, aprovechando la nada de aquél (nada en el sentido de carencia absoluta de ser), mueve sus fichas en el tablero para colocar a sus alfiles rumbo al Senado el año que entra.

No importa que la constancia, disciplina y lealtad de sus fichas estén hoy en el Verde, al fin el electorado, piensan, es estúpido.

Bien valdría que Peña le echase un vistazo a cómo llegó el sujeto que premió el sábado pasado a la candidatura al Senado en el 2000, cómo luego dejó perder la elección para entrar por primera minoría, cómo quedó el PRI en Nuevo León tras su paso y cómo desde el Senado operó para Fox. Si después de ello quiere ampliar sus conocimientos sobre los temas de deslealtad, inconstancia e indisciplina puede seguir leyendo el amplio haber del sujeto.

En fin, presumen el pasado del PRI, pero no aprenden de él.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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