La hora de la locura
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Hoy asume la Presidencia de los Estados Unidos de América Donald Trump. Mi padre diría que ya sabemos cómo llega, habrá que ver cómo sale.
Esperemos que sólo sea ver y no sufrir y pagar, añado yo.
El Conde de Aranda alertaba al Príncipe de Asturias que "los hombres somos un arca cerrada, en la que puede haber diamantes, estofas ricas, paños burdos y hasta estopa; y sólo se sabe su valor cuando abriéndose se hace público; y así en las elecciones que no se conocen bien de antemano sucede que el chistoso para la sociedad no entiende palabra de otros asuntos; que el vivo en la conversación se vuelve irresoluto en los negocios; que el moderado en su vida privada se hace rajatablas desvanecido de su imperio; que aun el austero en sus costumbres cede a las lisonjas de sus alrededores, y con ellas lo llevan por donde quieren."
Aranda se refería a las personas que cortejaban al próximo Carlos IV, pero sus palabras resultaron premonitorias de la debacle de su reinado y reino.
Pues bien, corresponde ahora a Trump abrirnos lo que realmente carga en su arca y hacer público de qué está verdaderamente hecho.
Por su parte el buen Gracian decía que "la llave de un feliz y acertado reinado consiste en el arrancar, (porque) tienen los reyes grandes contrarios a los principios de su gobierno. Toda prudencia, toda atención, toda sagacidad, aún no es bastante en este dificultoso punto. En las entradas de los caminos, es el riesgo de errarlos, que acertados una vez con facilidad se prosiguen." Trump arranca con una sociedad norteamericana esquizada en polos irreconciliables, un modelo de desarrollo fallido, un mundo en crisis y desmemoriado que coquetea con belicismos y fanatismos de toda ralea, una popularidad herida, una confianza restañada y una realidad que no se apiada ni tiene porqué apiadarse de su estrecha cosmovisión, amplia ignorancia, suprema soberbia y enfermizos odios y amores. Veremos si el nuevo gobierno norteamericano empieza con píe correcto su arduo camino.
Siguiendo con Gracian, bien podemos decir a Trump que "la eminencia real no está en el pelear, sino en el gobernar." Pronto habrá de aprender el magnate jugando a Presidente que en política los enemigos vienen solos y duran para siempre y que los verdaderos amigos, si los hay, escasean. Bien podrá intentar someter su gobierno al palpitar de sus fobias, que la realidad terminará por imponerse e imponerle la verdadera agenda. El buen gobernante gobierna con y en la realidad. Ningún buen gobierno lo es bajo odios y prejuicios.
"Vulgar agravio es de la política el confundirla con la astucia, no tienen algunos por sabio sino al engañoso; y por más sabio, al que más bien supo fingir, disimular, engañar, no advirtiendo que el castigo de los tales fue siempre perecer en el engaño". Acertó, otra vez, Gracian. Y si bien en aserto va con dedicatoria al embobado electorado norteamericano, no calza mal a nuestra crisis de política y políticos, que hay Secretarios de Estado y liderazgos senatoriales que oiga usted.
Aprovechamos de nuevo a Gracian para decirle a Trump con relación a su muro: "Política inútil la que se resolvió toda en fantásticas sutilezas, y comúnmente, cuantos afectaron artificio, fueron reyes de mucha quimera y de ningún provecho." En breve habremos de atestiguar la erección de uno de los mayores monumentos a la estupidez humana.
Las fronteras, decía Díaz Ordaz, no separan a los pueblos, los unen. Sólo la estupidez cree poder separar lo que la geografía y la historia unió.
En fin, esperemos que la estupidez erigida en muro y gobierno no hunda al mundo en las tinieblas antes que la humanidad recupere la sensatez.
Finalmente, a Trump le ha llegado la hora de pagar. La diferencia entre un candidato y un gobernante es que para el segundo todo tiene un costo y una consecuencia; aún los gestos y las apariencias se le cobran, el populacho incluso cobra lo que cree que sea hechura del gobernante sin serlo. A partir de hoy todo le habrá de costar al locuaz magnate y me tengo que su coraza a las críticas es más delgada que un papel Clean Pack.
Alguna vez me dijo Luis Echeverría que el gobernante es como el boxeador, se sube al ring a dar y recibir golpes; así, al que no le guste ser golpeado que no se suba. Al político que no le soporte la critica que se busque otra chamba.
Trump, sin gustarle el calor, se ha encadenado al fogón de la cocina. Esperemos no arder con él.
Ante la locura, cordura.
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