Partidos con vida propia
Los partidos son colectivos con vida propia. Propiedad que suele olvidarse con facilidad.
Por supuesto que existen colectivos cuya vida está trabada a una causa concreta o a una persona en particular, de suerte que mueren al cumplirse o faltar aquélla, o desaparecer ésta. Tal sería el caso de quienes agrupados para lograr la pavimentación de una calle, se dispersan al lograr su cometido, o bien la suerte de Morena sin López Obrador, a quien dé Dios larga vida y campañas sin fin.
Existen, sin embargo, otros colectivos cuyas ideas y propósitos los proyectan en el tiempo, más allá del de sus fundadores y las generaciones que en su torno se suceden. Ello demanda reciclaje de generacional y actualización permanente de objetivos. A éstas nos referimos.
Se suele creer que jinetear a estos colectivos es cosa fácil, más aún cuando se piensa que en política todo se compra con dinero y se arregla cortesanamente en los entretelones del poder. No es así.
Los colectivos llamados partidos son a un tiempo fábricas y devoradoras de liderazgos. En su seno se gestan y cultivan liderazgos políticos; no como producto de estrategias de imagen fabricadas por publicistas y encuestólogos entronizados en estadistas por la tecnocracia, sino del trabajo social y político humilde, constante, sensible e inteligente.
Pero por igual, en sus entrañas se engullen liderazgos, reales y ficticios.
Así que yerra quien piense que la conducción de un colectivo es cosa de posicionamiento mediático y matraca mitinera. Su manejo demanda de una fuerte dosis de caudillaje; claridad y empatía de miras, pujanza en la ejecución de propósitos, valentía ante la diversidad interna y ductibilidad en su procesamiento; sensibilidad política ante el ser y desear del colectivo; oído y paciencia; humildad y determinación. Por sobre todo, eficacia cotidiana en la acción política ante propios y extraños. En pocas palabras: liderazgo efectivo, no oropel.
Dos enseñanzas vienen a mi memoria al escribir estas líneas. Moya Palencia, al darme trabajo en Gobernación en un ya lejano 1975, me apercibió: "El dedo lleva, pero sólo los resultados sostienen." Y mi maestro Alfonso Romera (Filosofía): "Para enseñarle inglés a Pepito, no se requiere tanto saber inglés como conocer a Pepito."
Atento a nuestro tema, podríamos traducirlo en que los liderazgos no se nombran, se construyen con hechos y que para conducir a un colectivo lo primero es conocerlo y entenderlo.
Pues bien, creo que en el México de hoy los colectivos políticos llamados partidos, salvo Morena que es un apéndice de Trump Obrador, corren el riesgo de salirse de madre por problemas de conducción.
Y no señalo con ello a sus dirigencias formales y reales, sino a la crisis política que nos arrastra y ha hecho creer que estando tan desprestigiados los partidos se puede hacer con ellos lo que se quiera.
El desprestigio existe, pero es de sus cúpulas. Debajo de ellas hay personas convencidas y defraudadas.
Termino con lo que tantas veces nos recordó López Portillo: uno manda hasta que lo dejan de obedecer.
#LFMOpinión
#Política
#PartidosPolíticos