PARRESHÍA

Voto de castigo burocrático

Voto de castigo burocrático

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Un ejercicio del poder distante, cerrado, soberbio y, en muchos casos, corrupto

La percepción de que el PRI está desfondado, tema en el que coinciden los discursos de López Obrador y Anaya, ha permeado más de lo que los estrategas de Peña Nieto están dispuestos a aceptar.

La mayor responsabilidad, sin embargo, no recae en José Antonio Meade -más víctima que candidato-, cuanto en el propio Peña Nieto. Nunca hizo nada para atemperar el desafecto ciudadano para con el PRI, ya no digamos para poner a aquél al día, no sólo en términos de percepción, sino de estructura partidaria, doctrinaria y programática.

Imponer a Ochoa Reza y encadenarlo a Emilio Gamboa y a José Murat, describen con nitidez la alta estima en que Peña Nieto tiene del PRI y del priísmo.

Para Peña Nieto el PRI fue estos últimos seis años un escenario para ser adorado.

Su desdibujamiento ideológico, su distancia con las causas populares, su ostensible desprestigio político, la pérdida de espacios de poder, la epidemia de gobernadores corruptos, el alejamiento de cuadros distinguidos, la cooptación de espacios de dirigencia, candidaturas y nombramientos desde el Senado, la en mucho ajena carga de corrupción de cuadros impuestos desde feudos de gobernadores desmandados, sin mencionar la corrupción galopante de este gobierno, el propio descrédito presidencial y el ofensivo e ineficaz gasto en publicidad, fenómenos todos de evidencia catedralicia, nunca merecieron su preocupación.

El PRI, desde su ascensión al poder fue una jefatura de área, no un instrumento de política nacional. Cuando hubo que ir o reunirlo lo redujeron al acarreo desde el Estado de México, no al concierto de fuerzas nacionales y menos al procesamiento de sus pesos específicos, tensiones e intereses.

Poco a poco el PRI de vacío de priístas.

No los cooptó López Obrador, los marginó el peñismo.

Con peña no hubo sana distancia, ni tóxica cercanía; solo indiferencia.

Quiero, sin embargo, referirme hoy a un fenómeno aún silencioso pero de proporciones devastadoras.

No habló de las conversaciones en cafés y restaurantes, cuanto de expresiones de enfado en espacios de la burocracia federal en boca de priístas de toda la vida.

Priístas que, hay que decirlo, se vieron desplazados de cargos y ascensos por la toma del poder por los mexiquenses que nunca entendieron que la federación no es Toluca.

Pero no es sólo el monopolio burocrático mexiquense peñista el que los tiene enfadados, sino algo peor, un ejercicio del poder distante, cerrado, soberbio y, en muchos casos, corrupto de los impuestos.

Existen entidades del gobierno federal en donde el desencanto por el PRI es alimentado por el desempeño y talante de sus titulares.

Hay funcionarios de alto nivel que no hablan más que con su círculo inmediato, que no tiene trato ni siquiera con los segundos niveles de la institución, quienes reciben instrucciones por los favoritos o favoritas del jefe. Instituciones donde las atribuciones de ley son desplazadas por las ordenes, siempre verbales e intermediadas, del titular. Procedimientos que se violentan, competencias arrasadas, imposición y mando de favoritos por sobre atribuciones de ley, experiencia y responsabilidades legales; maltrato, incomunicación, marginación y, en algunos casos, persecución y difamación.

Titulares que se han granjeado la animadversión de sus subalternos junto con la de los usuarios y demandantes de los servicios públicos. Funcionarios aislados de los interlocutores naturales de su función. Dedicados al reflector y al negocio, no al desempeño de una responsabilidad pública.

Personajes marcados por intereses poco claros y ajenos al desiderátum de la institución que encabezan.

Funcionarios llenos de fobias, desconfianzas y miedos. Marcados por la voracidad.

En ese contexto de exclusión institucional y poder concentrado en favoritos, las competencias, atribuciones, funciones y principio de legalidad, son los primeros masacrados; de ello derivan decisiones a capricho, por interés, sin rigor, contradictorias, cambiantes, esquizoides, corruptas. Los victimados por el ejercicio de un poder esquizado, se ven obligados a abandonar el camino de la regulación para tomar el de la componenda. Ya no se trata, pues, de cumplir acorde a la norma y su desiderátum, cuanto de arreglarse con quienes tienen el acceso del poder discrecional y arbitrario.

Este fenómeno, que es mucho más extenso de lo podría pensarse, ha generado una tendencia al voto de castigo de los propios trabajadores del gobierno federal.

Algunos, abiertamente simpatizantes con Meade, le niegan su voto por castigo al funcionariado despótico, mediocre, ofensivo e irresponsable que sufren en sus propias instituciones.

Bien haría Peña Nieto, en su calidad de coordinador de campaña de Meade, disponer encuestas que midan el humor burocrático al interior de su gobierno.

Se sorprendería del nivel de desafecto al PRI y a él en lo personal por el trato que reciben de sus jefes. Y ya entrado en gastos, podría mandar a hacer otra sobre el parecer de los usuarios condenados a sufrir la ineficiencia y soberbia institucionalizadas.

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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