POLÍTICA

El payaso de las cachetadas

El payaso de las cachetadas

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A nadie le gusta ser gobernado por el payaso de las cachetadas y de los pastelazos. Como la mujer del Cesar, no sólo se debe ser gobierno, también se debe parecer gobierno.

Lo primero que se aprende al volar papalote es tensar la cuerda para que se eleve contra el viento; ya en vuelo puede distenderse aquella, pero tan pronto el artefacto empiece a perder altura hay que tensarla de nueva cuenta a riesgo de tirar el artefacto en picada.

Por su parte, el equilibrio de las bicicletas depende de su movimiento, tan pronto éste cesa, aquél se pierde.

Vayamos ahora a los aviones: su despegue es la operación más crítica y requiere toda la potencia del motor para elevar la nave, en tanto que el aterrizaje demanda más habilidad del piloto que potencia del motor.

Pues bien, todo gobierno requiere de inicio toda la potencia del Estado para asentarse y todas las correas de mando tensadas para que nadie se desmande, trate de cortarlas o enredarlas, así como para encausar y empujar su política de Estado y programas de gobierno. La fuente de esta potencia y control la otorga la legitimidad de origen emanada del mandato popular en las urnas. Mientras mayor sea el porcentaje de triunfo, más consistente el mandato.

Arrancado el gobierno, éste sólo se sostiene por sus resultados, por su movimiento eficaz y asertivo. La fuente de éste es la legitimidad de desempeño. Desempeño que debe de ratificarse todos los días, sin que el marcador a favor se acumule, aunque sí los descalabros y desviaciones.

Finalmente, cuando concluye el mandato legal se demanda la más sutil de las habilidades para entregar el poder completo y no un mazacote inmanejable. No es fuerza lo que se requiere, sino política. Baste voltear a Veracruz y Quintana Roo para entender esto último.

Pues bien, el gobierno de Peña Nieto sacrificó todo en aras de un pacto copular en y entre las cúpulas: aprovechó su legitimidad de origen para mercar sus reformas por chantajes partidistas, no para generar un fuerte consenso social en torno a ellas; le bastó pactar en lo oscurito con tres actores, de suyo desprestigiados. Para ello soltó todas las líneas de la gobernación; las velas de la nave gubernamental no se hincharon al viento, ésta careció de impulso para orientar su rumbo. Desde entonces flota a la deriva al juego de corrientes, vientos y el espejismo de un mana reformista cada vez más irreal. Sueltas, las líneas se enredaron y hoy presentan nudos que sólo podrán deshacerse cortándolos al estilo Alejandro Magno.

Sin velas, con las líneas anudadas, tormentas en todos los frentes y decepción y brotes de motín, flota sin puerto de destino en la desesperanza.

Finalmente, no se aprecia habilidad cualesquiera para alcanzar buen puerto y atracar sin estrellarse contra acantilados o encallar en traicioneros bajos.

Entrampado en mesas de negociación inexplicables e inexplicadas, el gobierno ha terminado por convertirse en el payaso de las cachetadas. Sometido y desacreditado, sin liderazgo y emoción, vapuleado y cuestionado.

Lo primero que requiere todo gobierno es autoridad. Concepto diverso a poder. Aquel implica sometimiento por la fuerza, en tanto que la autoridad genera sometimiento por convencimiento, obediencia por convicción, entrega de acción individual por contenido y fin común. Suma y entrega por autopersuación y confianza.

De allí lo necesario de la política, la acción de hacer polis, de generar fines comunes y producir y conservar comunidad. La convivencia organizada no es un acto natural ni forzoso; se construye voluntariamente todos los días.

Lo segundo que le es menester a un gobierno es la acción. Un gobierno paralizado, como las bicicletas, se cae.

Lo hemos dicho hasta el cansancio, lo que hace al mandato es la obediencia, lo que hace a la convivencia es voluntad de permanecer unidos en un objetivo común. El gobierno de Peña Nieto no se ha dado cuenta que lo que negocia en las mesas con la CNTE no es la ya casi imposible remisión de las voracidades y locuras de esa violenta facción, cuanto su legitimidad y sobrevivencia como gobierno. No porque allí ello se pacte, sino porque las consecuencias de lo pactado condicionan su viabilidad política y acreditan o no su liderazgo y desempeño.

A nadie le gusta ser gobernado por el payaso de las cachetadas y de los pastelazos. Como la mujer del Cesar, no sólo se debe ser gobierno, también se debe parecer gobierno.

Finalmente, el gobierno parece no tener ojos, oídos y miedo más que para la CNTE y sus protervos compañeros de viaje, olvidando que se debe a la mayoría silenciosa, paciente y pasiva que lo observa desperdiciar todos sus activos y legitimidad en perjuicio de dicha mayoría.

¿Hasta cuándo?

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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