POLÍTICA

Grecia, desecho de la modernidad

Grecia, desecho de la modernidad

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Que un gobierno responda al interés de su pueblo y no a las exigencias del control financiero global, ¿es una aberración?

Grecia, en términos de la modernidad, es una nación desperdicio; cascajo de la remodelación de la Europa moderna; saldo marginal de la eurozona, desechos del banquete neoliberal. Es lo superfluo, el basurero de globalización.

Que en un mundo democrático Grecia haya optado por decidir democráticamente su futuro, es una afrenta de las soberanías locales al capital global.

Que un gobierno responda al interés de su pueblo y no a las exigencias del control financiero global es una aberración, repito, en términos de la modernidad.

Los griegos se rehúsan a ser Homo sacer, condición de ciertos homínidos en el derecho romano ajenos a la jurisdicción humana y a la ley divina. Algo cercano a los americanos antes de Montesinos, a De las Casas y a las Leyes de Indias.

Pero para la modernidad no son ni siquiera cosas o instrumentos de trabajo como lo fueron los esclavos o lo son hoy en algunos lugares de México los jornaleros agrícolas; pasan a ser desperdicios, lo "superfluo", lo sin uso posible, sin valor rescatable. Por supuesto sin dignidad y derechos, por más referéndums que hagan.

Contra eso el pueblo griego alzó su voz ayer.

No es casual que el Papa Francisco inicie su gira pastoral por América Latina señalando que los pobres son la gran deuda del subcontinente. Subrayo los términos "deuda" y "pobres". Algo habrá querido decir desde su entrañable América al viejo continente.

El grito griego nos suena muy cercano y muy sentido; México lleva décadas sacrificando el futuro de sus hijos en privilegio de alimentar un modelo de desarrollo que solo produce miserias, desesperanzas y pueblos desperdicio.

Difícil saber cuál será el desenlace de esta tragedia griega.

Más aún, cuando no puede haber soluciones de soberanía local a problemas de naturaleza global.

Pero hoy más que nunca habrá que recordar a Díaz Ordaz cuando señalaba en el Congreso de Estados Unidos que no se puede vivir en la opulencia rodeados de miseria. La Europa rica no se da cuenta, pero recorta sus fronteras al nuevo gueto que se define y protege por su riqueza y modernidad tras altos muros que lo separan por metros de un mundo que se puebla de desechos.

La eurozona vive sitiada por desechos de la modernidad: Grecia, Siria, Turquía, el norte de África, los Balcanes, la migración, la reconquista musulmana y, por supuesto, una Rusia al asecho.

¿Y América?

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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