POLÍTICA

Elecciones del absurdo

Elecciones del absurdo

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Cuál no será la urgencia de fuero que abraza la ignominia de una candidatura juanita

Cuál no será la urgencia de fuero que Marcelo Ebrad, que abraza la ignominia de una candidatura juanita. Cuáles y cuántos no serán los favores que Movimiento Ciudadano le debe para, por él, escupirle a la cara al máximo tribunal electoral, a semanas de verse obligado de ir a implorar justicia a sus puertas.

Las marrullerías del Verde, de AMLO y de Ebrad compiten en desfachatez, desdoran el sistema de partidos y condenan nuestra democracia -lo que de ella queda- al descrédito y a la burla. Da asco verlos con sus aíres de perdonavidas acusar al otro de conductas tan o más desvergonzadas que las propias.

Ante los excesos y cinismos de los partidos, el Tribunal se vio obligado a crear la "nulidad abstracta", los partidos la prohibieron por reforma constitucional del 2007. En el 2009, de cara a la elección de Acapulco, imposibilitado el Tribunal de aplicar la nulidad abstracta que, por cierto, venía al caso como anillo al dedo, el Tribunal dijo: la elección podrá ser legal, más no legítima. Podrá estar apegada a la interpretación literal de la ley, pero violar los principios constitucionales que rigen las elecciones.

La desmemoria de los partidos solo es sobrepasada por su procacidad.

Estas son las elecciones del absurdo.

Este miércoles, quien llevó la voz cantante de la defensa del registro "juanita" de Ebrad, no fue la representación de Movimiento Ciudadano, sino el Senador Javier Corral del PAN. Senador que aquí en La Silla Rota ha escrito que no hay democracia en México, pero firma y cobra como Senador electo democráticamente; y firmará y cobrará por tres años más en una democracia que no existe.

Entre los que se opusieron al registro trampero no figuró Pablo Gómez que, para mi sorpresa, alegó a favor. Hasta donde me quedé, en esta elección Ebrad compite directa y primigeniamente contra el PRD, partido que representa Gómez en el INE.

El mismo Pablo Gómez (PRD), bajo la égida de Horacio Duarte (Morena), secunda la envestida contra el Verde, y dirá usted qué bueno. El problema, sin embargo, es que el Verde no compite por los votos del PRD; su mercado y geografía electorales no coinciden. Quien sí compite por territorios y electores con el PRD es Morena. El Verde en la Ciudad de México, principal bastión del PRD, apenas tiene una presencia testimonial, mientras que Morena sí le significa una batalla calle a calle y voto por voto. Lo lógico, al menos electoral hablando, sería que Gómez le plantará frente a Morena en el Consejo del INE, antes que al Verde, pero no, Pablo tiene otra visión del panorama electoral y, parece, otra agenda y cálculo políticos.

Las locuras no paran allí. Dos personajes encabezan y personalizan toda la propaganda de sendos partidos: Andrés Manuel, que acapara toda presencia, expresión y campaña de Morena, sin aparecer en boleta alguna. Y Ebrad, que recuperó por la vía del "juanismo" su candidatura, pero que aún sin ella mantuvo, también, la promoción unipersonal de 300 candidaturas federales. Pudiera darse el caso que el Tribunal insista en negarle el registro y que terminemos con dos señores promocionándose en una elección en la que no compiten. Qué más les da, si el dinero que derrochan sale de nuestros bolsillos.

Los partidos son entidades de interés público en tanto organizaciones de ciudadanos, y, por ley, sus órganos de dirigencia deben ser colegiados. No obstante ello, por sobre todos los militantes que conforman el partido, por sobre su asamblea nacional y por sobre su Comité Ejecutivo Nacional y demás órganos de dirección, Andrés Manuel se impone como "Candidato Sol". Candidato porque, como le dijo a Zabloudozsky, ése es su estado y calidad naturales, en los que se siente a gusto y cómodo. Campaña per saecula saeculorum, aunque no compita en ninguna elección.

Y sol, como Luis XIV en versión tropicalizada de "El partido soy yo" o "AMLO es Morena", como rezan tantos o más espectaculares que los del Verde. Una santísima "binidad" laica: partido y AMLO, uno y lo mismo, por sobre militantes y vida interna democrática.

Calderón, en su ansía de reflector, hace campaña por y con candidatos que no se ven ni se sienten, y para colmo traba pleito con la versión norteña de Fox (de El Bronco, líbranos Señor), sin darse cuenta que lo elevó a la discusión nacional terminando de enterrar en el olvido al candidato que quería apoyar.

El Bronco, envalentonado con una primera respuesta que lo posicionó en el espectro nacional, se mareó en el tabique y se siguió de frente con dichos y actitudes lopezobradoristas: "si no respetan el voto se incendia Nuevo León"; dándole así la razón a Calderón.
AMLO, adelantando su franca derrota en el DF, se lanza contra Mancera. Éste lo batea por enésima vez.

La denuncia y amenazas de Andrés Manuel confiesan que ya se sabe perdedor y anuncian que ha dado inicio el armado del conflicto postelectoral y que ve a Mancera como un competidor peligroso.

Un candidato independiente que apenas ayer militaba en un partido, anuncia en el Periférico: "A la chin… los políticos", sin asumir que quien busca un cargo político hace política y es político, de pacotilla, desmemoriado y cínico, si se quiere, pero político. Con razón dice el dicho que ten cuidado de lo que deseas. Yo por lo pronto propondría cambiar el destinatario -más no el destino- por cualquier candidato embozado de independiente con cola de dinosaurio y antifaz de facineroso.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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