No concuerdo
Foto Copyright: lfmopinion.com
No concuerdo con quienes festinan la presencia de Osorio Chong en los templetes de las marchas de politécnicos.
Debo partir, sin embargo, de que mi postura no prejuzga la procedencia de las demandas y circunstancias de los jóvenes, como tampoco pretende abonar al tapadismo que tanta fruición onanista genera en nuestros políticos de café.
Espero poder explicarme.
Todos los días hay marchas y plantones en la Ciudad de México. Como capital de la República, y atento a nuestro alto grado de centralismo político, casi todo conflicto confluye en ella. En no pocas ocasiones, los gobernadores inducen y hasta pagan su traslado, expresión y mantenimiento en las calles de nuestra ciudad, alejadas lo más posible de las del ámbito geográfico de su competencia.
Otras muchas veces, las marchas y plantones no son más que un medio de extorsión para financiar protagonismos personales o banderías políticas.
Sean expresiones genuinas o interesadas, para atenderlas existen estructuras administrativas, funcionarios y procedimientos con presupuesto público asignado.
A mayor abundamiento, estas estructuras y procedimientos prevén el escalafón que, en su caso, habrán de recorrer demandantes y gobierno, de suerte de ir construyendo una solución y no una crisis.
Todo conflicto o demanda social, requiere de su procesamiento, en tanto que la construcción de acuerdos exige de las partes ceder parcialmente de sus exigencias. Cuando una sola parte cede todo a cambio de nada, el acuerdo se minusvalora y genera voracidad y soberbia en el ganador, además de ser endeble de origen.
Las estructuras, por su parte, tienen su razón de ser, ya que los acuerdos deben construirse de abajo hacia arriba. El procesamiento de negociaciones y pactos es una escalera que debe subirse al unísono y con el esfuerzo de las partes involucradas.
Así, cuando se accede a la cúspide de una estructura es para cerrar los acuerdos ya construidos, no para plantear las demandas. Iniciar el planteamiento en la cúspide, obliga a derivar a la base el procesamiento del conflicto o, en su caso, escalar el asunto al siguiente nivel de decisión.
En política todo sienta precedente y Osorio Chong ha sentado varios que costarán mucho al gobierno de Peña Nieto.
Primero, ya ninguna manifestación admitirá ser recibida por funcionarios menores. Ya no hablo de un Jefe de Audiencias; un Subsecretario, o todos juntos, serán despreciados como interlocutores válidos por cualquier manifestante.
Segundo, los dirigentes no sólo exigirán hablar exclusivamente con el Secretario, sino que demandarán su presencia física de cara a sus huestes.
Tercero, el siguiente paso será emplazar a los Secretarios de Estado a debates públicos en plazas públicas con motivo de quítame esta pulga.
Y cuarto, finalmente, los propios Secretarios de Estado terminarán por parecerles pequeña cosa a los demandantes, quienes pasarán a exigir hablar única y exclusivamente con el Presidente de la República, en un templete plagado de muchachos coreando consignas y de cara a manifestantes alienados.
El propio Estado, así, ha anulado sus estructuras administrativas para procesar los conflictos sociales y los ha colocado en la antesala de Los Pinos.
No era un problema de mostrar eficacia, sino de ser eficaz, y los hechos hablan por sí solos: el conflicto sigue escalando, el gobierno ya cedió todo lo que tenía por ceder y se quedó como novia de pueblo. Mañana regresarán los politécnicos con nuevas y mayores exigencias, empezando por la presencia del Secretario de Gobernación cada vez que le truenen los dedos.
Pregunto: si Osorio se pone en los zapatos de los muchachos y sabe que tiene al Secretario cabeza del Gabinete en el puño, ¿lo soltaría de la yunta del templete que él mismo se colgó?
No, por supuesto que no, salvo que sea para elevar la escala y colgarle la yunta al Presidente.
#LFMOpinión
#Política
#OsorioChong
#Presidencia