POLÍTICA

Holbox, luz en el túnel

Holbox, luz en el túnel

Foto Copyright: lfmopinion.com

Las crónicas pintan a los foráneos de regreso en sus autos blindados, escoltados por la fuerza pública e inmersos en un amasijo de susto y entripado

El día era de fiesta. Holbox recibía los certificados de derechos ejidales sobre sus tierras.

Poco duró el gozo. No terminaba el gobernador de entregar los documentos, cuando los ejidatarios se enteraron que los certificados estaban afectos a un fideicomiso que, a su vez, estaba inmerso en un trust, que, por igual, se hallaba sumergido en un océano de figuras jurídico-financieras internacionales.

El hecho era que los certificados parcelarios no servían ni para papel de baño.

Resultaba inaudito, amén de imposible: las tierras parceladas no habían salido del régimen ejidal y, por ende, no podían formar parte del entramado globalizado de ratería de que fueron objeto; pero ello qué importa cuando las autoridades agrarias están al servicio de la villanía.

Fernando Ponce y pandilla son hoy señalados como los dueños de Holbox. Ponce es un empresario yucateco. Entre sus compinches en esta operación se presumen destacados especímenes de la casta divina yucateca, políticos de renombre y desprestigio, y -no podía faltar- un notario.

Los ejidatarios no sólo perdieron sus tierras, también fueron despojados de su calidad ejidal: 70 de los ejidatarios originales fueron suplantados por 70 ejidatarios foráneos, desconocidos por la comunidad y domiciliados fuera del ejido. Acuden a las asambleas de Holbox en sus yates privados y con actitudes de hacendados henequeneros. Esta es una historia que se repite a lo largo y ancho del país, ya sea que lleguen en avión privado, camioneta blindada o yate de lujo.

Los pocos ejidatarios (locales y verdaderos) que se atrevieron a combatir a Ponce fueron aislados y orillados -generalmente por las malas- a arreglos judiciales. Todos los juicios terminaron en desistimientos forzados a plena luz del día. No son pocos los ejidos que funcionan bajo el método de denuncias penales y amenazas de cárcel.

Pues bien, hoy los ejidatarios foráneos están divididos y enfrentados, existen pleitos entre ex socios, suegros y yernos; esposos; padres e hijos; abuelos y nietos; especuladores y fisco, y -no podían faltar, nuevamente- notarios.

Este domingo primero de junio, los foráneos, con ayuda de las autoridades agrarias, parapetados tras la fuerza pública y sus choferes y guardaespaldas, intentaron llevar a cabo una asamblea fuera del ejido, entiéndase ¡fuera de la isla! (quizás pronto decidan celebrar asambleas ejidales en Nueva York), con el objeto de dividir en cuatro ejidos el actual ejido de Holbox. Pulverizar en cuatro el ejido significa, por un lado, liquidar la hoy enfrentada sociedad de ejidatarios foráneos, y, por otro, atomizar la poca fuerza y solidaridad que aún conservan los verdaderos ejidatarios, de suerte que en los cuatro nuevos ejidos la hegemonía sea de los ladrones de tierras y de ejidos.

Pero suprema fue la sorpresa de éstos cuando encontraron que la verdadera comunidad ejidal había cruzado el mar para impedir semejante atropello y con ellos alineaban varios ejidos de la zona. Las crónicas pintan a los foráneos de regreso en sus autos blindados, escoltados por la fuerza pública e inmersos en un amasijo de susto y entripado.

Pronto habrán de regresar para intentar perpetrar su infamia… si la comunidad se deja.

Esta ominosa historia, sin embargo, no es privativa de Holbox. Es una constante en casi todo ejido con playa: ejidatarios de corbata y avión, notarios corruptos, ejidos esquizados, ventas multimillonarias de cara a ejidatarios en la más indigente de las miserias, comunidades arrojadas a la vera de la historia, venalidad agraria.

A Holbox trató de entrar quien en Baja California Sur juega el papel que Ponce desempeña en la apropiada isla, pero en este lance el yucateco tuvo de su lado a gobernantes más poderosos que el sudbajacaliforniano, quien, tras contar sus pérdidas, concentró sus latrocinios en las baja californias.

Por Holbox no hay ningún funcionario, ni exfuncionario agrario en la cárcel. Y Holbox, repito, es una constante nacional. Debieran ser legiones tras las rejas por venalidad agraria.

Por fortuna, los ladrones disfrazados, a un tiempo, de inversionistas inmobiliarios y ejidatarios (¡ni Kafka pudo tener semejante pesadilla!) han olvidado o, en su defecto, ignorado que los verdaderos ejidatarios despojados de sus tierras, ejidos y vida en común, no pueden simplemente desaparecer de la faz de la tierra. Habrá quienes migren, pero la mayoría permanece en sus tierras, como lo hicieron en la colonia y en el Porfiriato. Y un buen día, como en Holbox este domingo primero de junio, cuando los ejidatarios de Rolex, avión, yates privados y autos blindados pretendan montar una representación de asamblea ejidal para darles el tiro de gracia, demostrarán de qué están hechos los verdaderos hombres del campo mexicano.

PS.- Si deseas detener la expoliación firma en: http://bit.ly/1h6uTOT

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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