La bandera de México, símbolo de la grandeza imbatible de la patria.

La bandera nacional que es símbolo de México y nos representa ante el mundo, fue ideada por Ignacio López Rayón en 1811 y a él debemos que el 16 de septiembre festejamos el inicio de la guerra de independencia.

Durante el movimiento armado portar una bandera era esencial porque en ella se sintetizaba la causa y alentaba que el pueblo se sumara a la lucha, porque antes de la Guerra de Independencia los lábaros representaban al rey, no a un país.

En ese mismo espíritu original, nuestra bandera ha representado y sigue representando la unidad de la Nación y la ininterrumpida y heroica lucha del pueblo mexicano por alcanzar uno a uno los objetivos en cada etapa de su devenir hacia el objetivo histórico de su plena liberación nacional y social, con democracia, soberanía, paz, y justicia social; valores ajenos a todo cargo por herencia u ocurrencia momentánea fraguada al amparo de ánimos sectarios, electoreros o mesiánicos.

Los maledicientes han querido ocultar de la memoria un hecho que en honor a la verdad debemos reivindicar: en 1968, en decreto del 17 de junio, el presidente Gustavo Díaz Ordaz expidió la Ley sobre las Características y el uso del Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales. Desde entonces, nuestro lábaro luce orgulloso con sus colores y su escudo actual.

En la presente etapa de la vida de México, a través del complejo proceso de las reformas, los mexicanos consolidamos al Estado, sobre los cimientos y la herencia de los valores y principios de la independencia, la reforma y la revolución. Decisivamente, en los días difíciles que corren, se materializan en la defensa firme y perseverante, a la vez inteligente -ajena a necedades o locuras- de nuestra soberanía por el presidente Peña, frente a las amenazas del gobierno de los Estados Unidos. Por segunda ocasión hubo de suspenderse una visita de estado con el presidente Trump.

Pero también la patria supera las pruebas de la vida con la formidable movilización social, cívica y militar, de gobierno y sociedad, unidos ante las desgracias naturales, simbolizada por Ángel Sánchez Santiago, el humilde zapoteco de Juchitán, Oaxaca, quien en medio de la tragedia no dudó en rescatar la bandera, su bandera, de entre los escombros de la presidencia municipal: "Hice lo que cualquier mexicano consciente hubiera hecho al ver a su bandera sepultada".

Ante la hazaña protagonizada por el pueblo en armas, armado con zapapicos, palas, maquinaria removedora de escombros, ambulancias, médicos, y paramédicos, destacadamente por la Marina de guerra, epopeya que se simbolizó en la admiración de todo el pueblo por la perrita Frida, que devino emblema de nuestro patriotismo en el mes de la patria.

Ante todo ello, puede entenderse que en el mismo acto y en medio de la angustia, por el tropiezo de la ceremonia, el presidente de la República, Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, no dudó por un instante y supo dimensionar el incidente debido a una falla humana del militar responsable de una de las miles de ceremonias de izamiento de la bandera a cargo del ejército en todo el territorio nacional.

Pero sobre todo lo hizo porque el Presidente sabe muy bien que en la apremiante defensa de la soberanía México amenazada, cuenta con el firme y patriótico respaldo de las fuerzas armadas.

Sí, sabemos y debemos honrar y venerar a la bandera y los símbolos patrios, porque los símbolos representan el bien a tutelar: la grandeza y dignidad del pueblo de México y sus instituciones. Que no nos gane la frivolidad, no tenemos derecho. Ninguna irritación ni ánimo social la justifica.


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