Ley, publicidad u obediencia
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Un buen día los diputados se dieron cuenta que sus publicistas tenían menos cerebro que ellos y decidieron cambiar de publicidad y publicistas. Desgraciadamente no cambiaron de cerebro.
No más spots inútiles, clama y pregona orondo el Presidente de la Cámara, Diputado Ricardo Anaya. De ahora en adelante, gracias a un Consejo donde habrán de colaborar grandes luminarias de la sociedad civil ciudadanizada, los spots de la Cámara de Diputados serán útiles. El primero de ellos, nos informa Anaya, es sobre cómo evitar la muerte de cuna. No más raíz y brote. Sabrá Dios quién hará ahora hacer salir el sol. Lo que impera es la utilidad. Habremos de extrañar la cursilería y nadería de la publicidad oficial, al menos por lo que hace a los diputados.
Poco importa si los consejos para prevenir la muerte en cuna no tengan relación alguna con el quehacer legislativo. Minucias de malquerientes, dirán en San Lázaro.
En fin, qué bueno que los próceres opten por la utilidad en su publicidad. Por algo se empieza. Quién quite y algún día decidan llevar la utilidad a sus tareas sustantivas.
Pronto los spots de la Cámara de Diputados podrán ofrecernos recetas de tlacoyos, terapias contra el stress, dietas para la diabetes y zurcido de doble punto para suéteres y chambritas.
Al fin que los diputados cuentan ¡nada más! con once mil spots diarios en radio y televisión para hacer de ellos algo de utilidad.
Festejamos, sin duda, la utilidad publicitaria legislativa, pero la ocasión es propicia para preguntarnos ¿para qué diablos requieren los legisladores 11 mil spots de radio y televisión?
Tan no los necesitaban que por años hicieron de ese instrumento un monumento a la estulticia.
Ahora tratan de tapar el hoyo llenando los tiempos mediáticos con mensajes útiles, aunque nada tenga que ver su función primordial: legislar.
Preguntémonos si para crear leyes se requieren de instrumentos publicitarios.
Yo sostengo que no. Si los diputados quieren ser verdaderamente útiles, debieran renunciar a sus 11 mil spots.
Menos estática mediática le haría bien a México.
El tema suena baladí, pero no lo es. Se ha creído que basta con publicitar una ley para hacerla efectiva. La ley para ser efectiva debe tener una implantación real en la sociedad, no publicidad machacona. Debe atender al corazón del problema que norma y pasar la prueba del plebiscito de todos los días. En otras palabras, la ley puede ser todo lo publicitada que se quiera, que si no es obedecida por convencimiento ciudadano, es letra muerta.
Nuestros legisladores, y el gobierno incluido, han optado por hacer publicidad de sus leyes, no por legislar leyes asertivas y eficaces.
La buena ley no requiere publicidad. Su mejor publicidad es su vigencia real y efectiva.
Hoy tenemos leyes publicitadas hasta el enfado, pero con poca, si no que nula, efectividad en el comportamiento a normar.
Concluyo. Los legisladores no requieren de tiempo aíre para hacer publicidad a sus tareas. Requieren, sí, de hacer leyes que pasen la prueba de vigencia efectiva.
No olvidemos: lo que hace al mandato es la obediencia. Se obedece a la buena ley, no a la ley más publicitada.
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