Soriana
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Era la elección de Zedillo, el COFIPE prohibía hacer cualquier declaración de triunfo hasta que no cerraran las casillas de occidente, que por su huso horario cierran desfasadas del resto de la República. Cualquier declaración puede influir en los votantes en detrimento de su esfera de libertad.
Obviamente, el ámbito de aplicación de la ley era dentro del territorio mexicano, así que Muñoz Ledo, a la sazón Senador con fuero y representante legislativo en el IFE de su partido, en ese entonces el PRD (ya sabe usted que Don Porfirio colecciona partidos), declaró a los medios norteamericanos el triunfo de su entonces aliado, Cuauhtémoc Cárdenas.
La picaresca electoral permite de todo, a grado que hay doctorados en chapuzas y Premios Nobel en trapacerías.
Si en Saltillo, por errores humanos en el viejo padrón el Gobernador no apareció en la lista nominal de su casilla, la picaresca electoral generó el mito genial de "El Ratón Loco", como si al otrora hegemónico le importara que no votase un gobernador salido de sus filas.
Si los Consejeros Magistrados no respondían al capricho de los partidos, se creó el mito de la ciudadanización, hoy insultante cuota partidista.
Si se estudia el capítulo de delitos electorales, se verá que todos combaten mitos de la picaresca electoral, no conductas efectivas de compra y coacción del voto. Por cierto, otra gran obra del inefable Muñoz Ledo de la mano de Carpizo, quien nunca entendió nada de lo electoral. Por eso no sirven para nada esos tipos delictivos, por eso los partidos se niegan a modificarlo, para tener el campo abierto para hacer sus trapacerías sin fin.
En ese filón oscuro de la democracia es donde han abrevado nuestros partidos. Las diferencias ideológicas han desaparecido, los ideólogos por delante. Hoy todos comparten y compiten en el detritus de la guerra sucia electoral. No quisiera pararme en una escuela de cuadros de partido alguno. Ya me imagino la tira de materias: Desinformación I, II y III; Filtraciones I y II; Estrategia Fanguera; Victimización y linduras por el estilo.
Hoy el IFE, a quien nadie le ha dicho que está muerto, nos informa en escueto boletín que la queja presentada por el PRD y partidos satélites contra el PRI por el supuesto uso de tarjetas Soriana para comprar el voto, fue declarada improcedente.
Marco Levario Turcott en su recomendable libro El periodismo de ficción de Carmen Aristegui da puntual cuenta del montaje y la farsa. El IFE, sin embargo, tuvo que desahogar un complicado y costoso procedimiento legal para arribar a la misma conclusión.
El asunto, por supuesto, no termina allí. El PRD y su morralla van a impugnar ante el Tribunal Electoral; Monreal y sus acólitos tomarán la tribuna en San Lázaro y la tapizaran de tarjetas Soriana; los mexicanos tendremos que soportar el periplo interminable, soporífico y mediático de Jaime Cárdenas; sin duda AMLO convocará a la toma del Zócalo y de Reforma, demandará juicio político para los Consejeros Electorales y sitiará el Tribunal para que resuelva en libertad y sin presiones, bajo amenaza de incendiarlo si resuelve en contra. Todo esto, por supuesto, pacíficamente.
Aquí algo anda mal. Esto que vemos no es democracia, sino su perversión. Para algunos académicos en pos de algún cargo de cuota partidista, esto es Realpolitik, como si la demencia y la perversión de la política por ser reales fuesen aceptables. Igual de real fueron Calígula y Nerón, y no por ello son ejemplos a seguir.
Pues bien, esta Realpolitik, le cuesta al País miles de millones de nuestros impuestos, tanto por lo que los partidos invierten en sus guerras sucias y en defenderse de ellas, como por lo que le cuesta a las instituciones electorales procesar sus locuras en procedimientos engorrosos e interminables que ocupan personal, recursos y tiempo.
Ello, sin descontar el desdoro que causa a la democracia, a la política y a la cultura cívica.
El paradigma político mexicano es de transa, falsedad y abuso. Eso es lo que enseña a nuestros hijos y nietos la Realpolitik.
Debiera haber una sanción ejemplar para quienes aprovechan la arena electoral para engañar, abusar y dañar instituciones y prácticas democráticas.
Empecemos por averiguar cuánto le costó al IFE procesar el montaje Soriana.
Y cuánto le costó a Soriana.
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