POLÍTICA

Historia de horror, poder y amigos

Historia de horror, poder y amigos

Foto Copyright: lfmopinion.com

Érase una vez un Presidente Municipal que quería ser Gobernador y era, además, amigo del Presidente

Esta es una historia de horror, poder y amigos.

Érase una vez un Presidente Municipal que quería ser Gobernador y era, además, amigo del Presidente. Recursos y apoyos federales no le faltaban para pavimentar su arribo a Palacio de Gobierno, pero requería de una gran obra que inmortalizara su alcaldía, al tiempo de catapultarlo a la gobernatura. Una obra visionaria, epónima; no necesariamente requerida, pero sí vistosa y mediática.

Qué mejor que una nueva y gran avenida por donde nadie jamás lo hubiese pensado: el lecho del río.

Conseguir los recursos fue lo de menos. El problema estuvo en que le cedieran al municipio ¡y para una obra vial! el cauce de un río. Pero, entonces, para qué se es amigo del Presidente.

No hubo un funcionario de la Comisión Nacional del Agua que no pusiera el grito en el cielo, pero el Alcalde habló con su amigo y se acalló la gallera. La Coordinación Jurídica de la Presidencia preparó el Decreto Presidencial y las opiniones de los especialistas (en ríos, no en derecho) se fueron a la basura

La obra se hizo y el amigo fue Gobernador. Lo hubiese sido con o sin obra, eso es lo de menos. Lo importante es el final de la historia.

Tarde o temprano el río reclamó sus derechos. A diferencia de los políticos, el agua no actúa por decreto, sino por la fuerza de su caudal. Y ésta encontró a su paso una avenida de ocho carriles, jardines, moderno alumbrado y los espectaculares de rigor. Río y carpeta asfáltica, como era de esperarse y decían los especialistas acallados, resultaron incompatibles y el río terminó por imponerse. Adiós obra epónima.

Con ello hubiese bastado, pero las desgracias suelen asociarse en batahola y lo hicieron. Los restos de aquella obra vial fueron arrastrados por el río convirtiéndose en arietes que barrieron a su paso con todo lo que se les opuso: pilotes de puentes que sin su sustento terminaron por sumarse al ariete; laderas horadadas que cedieron con los edificios y vialidades que soportaban, obras hidráulicas y recreativas. Todo a su paso fue destrucción. Por donde debía fluir un río, se agolpaban en violenta acción destrozos devastadores de la obra humana.

Media ciudad fue devastada. El daño ecológico fue inconmensurable. Dos de las principales vialidades de la ciudad desaparecieron en muchas de sus partes, pocos puentes sobrevivieron a la trombosis, miles de toneladas de cemento y varilla quedaron varadas río abajo en espera de otra gran venida que impulse, sabrá Dios hasta dónde, su marcha destructora. Los costos sociales, económicos y políticos aún están por pagarse.

Desconozco la cifra de muertos, pero varios habrá en tamaña hecatombe.

Me pregunto ahora que en Guerrero y media República el agua ha hecho acto de presencia demandando la restitución de sus cauces, cuántas historias como esta preludiaron los desastres que hoy enlutan la Nación y cuánto de natural tienen esta clase de desastres y cuánto de estupidez, soberbia y responsabilidad legal.

#LFMOpinión
#Política
#Guerrero
#Nepotismo

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: