POLÍTICA

Dos citas, un solo Pacto, las mismas enfermedades

Dos citas, un solo Pacto, las mismas enfermedades

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"Intentar condescender con todos es no gobernar, es moverse atendiendo a presiones, ser gobernado; viene a ser un gobierno sin ideas, por plegarse a ideas de otros. (…) Siguiendo líneas ajenas, indefectiblemente se acaba por carecer de línea propiaï

"El Estado Federal no es un montón de fragmentos carentes de sentido, desconectados, ni el Estado es un ser inanimado, inmóvil, por sus contradicciones internas, neutralizado por un manojo de intereses antitéticos o contrapuestos. El Estado es substancia y debe ser fuerza, fuerza regida por el derecho y obediente de los intereses populares", sostuvo Jesús Reyes Heroles en un lejano 5 de febrero de 1979, en el marco de la Segunda Reunión de la República.

Hablaba como Secretario de Gobernación y a la luz de la Reforma Política (aquella sí lo fue, no los retrasos, extorsiones y caprichos de lo que hoy con ese nombre llaman), pero también, hay que reconocerlo, bajo los claroscuros de excesos como misas papales en la residencia oficial de Los Pinos y otros lastres de una personalidad que eclipsaron (¿castraron?) lo que prometía ser una gran Presidencia.

"Un gobierno mayoritario, apuntó Don Jesús con filo de bisturí, no puede ni debe pretender satisfacer a todos. Complacer a todos es imposible en un régimen democrático; intentar condescender con todos es no gobernar, es moverse atendiendo a presiones, ser gobernado; viene a ser un gobierno sin ideas, por plegarse a ideas de otros. Tratar de satisfacer a todos es admitir que se carece de banderas, que no se tiene ideología, ni objetivos trazados, ni tampoco capacidad para alcanzarlos. Siguiendo líneas ajenas, indefectiblemente se acaba por carecer de línea propia.

"Medrosos regímenes que se refugian o simulan tal pretensión abrigan inconfesos apetitos totalitarios o están dispuestos a renunciar a lo que es gobierno, a la unidad de acción estatal, y a caer en aquello que en nuestros días se llama policracia: el poder de muchos fuertes o que aparentan fuerza, el gobierno de varios poderes, e incluso pseudopoderes. Cuando ello ocurre se presenta la paradoja de no gobernar para seguir en el gobierno y, en consecuencia, se origina la impotencia gubernamental".

Difícil no recordar sus sabias palabras en este México de Pactos, marchas, chantajes, autodefensas y ciudades sitiadas.

Cito ahora a Silva Herzog Márquez en su artículo de esta semana, con ecos de aquel 1979: "El pacto fue una bolsa de oxígeno para tres enfermos: el gobierno necesitaba votos en el Congreso; al PAN le urgía deslindarse de su pasado reciente; al PRD le convenía marcar la diferencia con sus radicales. Funcionó (…) No fue poco lo que se logró con ese acuerdo en los primeros meses de gobierno. (Pero) la mesa del Pacto sustituyó en la práctica al Legislativo como foro de la discusión y el acuerdo. Esa fue la primera avería de la eficacia:

"Pero la eficacia se desmorona a golpes de imprevisión, docilidad y descoordinación del gobierno federal. En pocas semanas se ha diluido la imagen de capacidad política. El gobierno no tiene más discurso que elogiar su despegue y el hallazgo de aquel pacto. La presidencia renuncia al liderazgo, incluso a los instrumentos constitucionales de su poder, como lo es la iniciativa preferente. El gobierno parece haber abdicado a su voluntad: quiere lo que quiere la mesa del Pacto y no se atreve a pensar por fuera de ese espacio. Tal vez no debería sorprender, pero es notable la falta de argumentos del gobierno para defender sus políticas—más aún su indisposición para razonar en público sus propios proyectos. El gobierno cree que una campaña publicitaria y la tonta evocación del general Cárdenas puede vender su reforma energética. Los críticos de la incompetencia reciente han dejado todos los espacios a sus adversarios. Al tiempo que el discurso oficial enfatiza la ambición reformista, el equipo presidencial es profundamente conservador… e incompetente. El aterrizaje de la reforma educativa es una lección de ineptitud y de arrogancia."

"Atado a su única estrategia, renuente a cualquier conflicto, desprovisto de un equipo coherente y enérgico, congénitamente indispuesto a la polémica, el gobierno federal se atasca de nuevo en la esterilidad.

Regreso a Reyes Heroles, a quien los padres y operadores del Pacto debieran leer cuando afirma: "Es común reparar en la responsabilidad de las mayorías, de sus instrumentos y del gobierno que las representa; poco o nada se advierten las responsabilidades de quienes practican la oposición. En política, junto a la responsabilidad de las mayorías, se da la responsabilidad de las minorías. Unas y otras pueden escoger las cómodas puertas falsas, que no por cómodas dejan de ser falsas. Las primeras creyendo que siempre tienen razón, que todas las medidas son acertadas, que el gobierno nunca se equivoca, y menos sus integrantes; las segundas cayendo en la crítica contumaz de todo y para todo, revelando incapacidad para reconocer aciertos, situándose en la perspectiva del negativismo, tomando a beneficio de inventario la legalidad, hallando en el oportunismo la materia prima de la oposición y plegándose, mediante el transformismo (forma elegante de llamar a Muñoz Ledo y su claque), a cualquier gusto, según el golpe de viento; olvidan que no hay viento favorable para un barco sin destino".

Dos citas, un solo Pacto, las mismas enfermedades.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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