Ya calaron al gobierno
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Cual Juárez en carroza humeante, el Congreso de la Unión anda a salto de mata.
La diferencia es que Juárez defendía la soberanía y dignidad nacionales frente a un ejército invasor y su claque de traidores, mientras que el Congreso es ninguneado por facinerosos profesionales y anulado por la estulticia, indolencia e irresponsabilidad de las fuerzas públicas y por los gobernantes de ellas responsables.
Un Poder constituido, la representación política nacional y el Estado que en el Congreso se expresa han sido desahuciados de su casa. Miles de millones de pesos inservibles: un flamante Senado y un San Lázaro laberíntico convertidos en ladrillos desaprovechados, elefantes blancos, pasillos sin pasos.
El gobierno, que para estos efectos es uno y el mismo, sin distingos de niveles, jurisdicciones y competencias, no puede garantizar la seguridad del H. Congreso de la Unión. Éste sale huyendo, se instala a escondidas y sesiona donde puede, hasta que se lo vuelvan a prohibir.
El gobierno, que para el ciudadano es uno, no puede garantizar clases en sus escuelas, tránsito en sus calles, seguridad en sus campos y ciudades, crecimiento en su economía, bienestar a su población y acceso a sus Cámaras.
El gobierno, que para Juan Pueblo son los señores inaccesibles y con guaruras, no puede con quienes alteran el orden, violentan la paz, infringen la ley y pisotean los derechos de los mexicanos.
Basta ser violento para que con alfombra roja le monten una mesa de negociación ad Hoc.
Que a nadie se le ocurra mentarle la madre a uno de los manifestantes profesionales que desquician nuestras ciudades y carreteras. Que ningún policía se atreva a defender su integridad física ante las hordas barbáricas de los "luchadores sociales" que impulsan su noble causa con tubos, bombas molotov y piedras. Que nadie ose impedir el secuestro de edificios y vías públicas, instituciones e instalaciones estratégicas. Que todos se abstengan ante quienes en nombre de ellos se arman y en defensa de ellos los someten, vejan y privan de sus derechos. Que nadie se atreva contra los violentos, no solo porque atenta contra los derechos que para sí reclaman pero a todos niegan, sino porque no encontrará gobierno que garantice su integridad y derechos.
Imagínese Usted, si pueden hacerle eso al Congreso de la Unión, a un Poder del Estado soberano, qué no podrán hacer en sus bienes y persona.
El Leviatán clásico presupone un Estado desmandado; pero cuando es el Estado el sometido y vilipendiado, surge un Leviatán diferente y novedoso aunque igual de opresor e injusto.
Pero el desasosiego no acaba allí. ¡Bueno fuera! El gobierno inventa un Pacto que termina convertido en chantaje. Sus compañeros de Pacto son los enemigos del Pacto y los beneficiarios del Pacto. ¡Qué buen Pacto!
El gobierno le salvó la cabeza a Gustavo Madero, le quitó del camino al insoportable Cordero y lo empoderó con miras a contarlo como aliado en el Pacto. Baste leer sus expresiones, tan ramplonas y ofensivas como siempre, y sus extorsiones, tan nefandas como él, para preguntarse quién quiere enemigos con esos amigos de Pacto.
Y Camacho, el del PRI, tan asertivo como siempre, confiesa a Brozo que todo está apostado a la reforma energética. Todo o nada. Tal es el nombre del juego. Si para la reforma educativa les doblaron el brazo y les picaron los ojos al primer escarceo, qué esperar cuando la madre de todas las reformas se procese. ¿Qué fuerza pública enfrentará la furia unida de la CNTE, SME, Morenos, huestes bejaranistas, barzones, autodefensas, crimen organizado y desestabilizadores internacionales de siempre? Si ya tomaron San Lázaro, lo que sigue es Palacio Nacional.
Los ejercicios desestabilizadores iniciados el primero de diciembre, perfeccionados en Guerrero, estilizados en Michoacán y adobados en Oaxaca ya han rendido frutos en la Ciudad de México. El camino está trazado y el sino del gobierno ha sido marcado con hierro candente.
Vienen tiempos difíciles. Ya calaron al gobierno. Ya lo hincaron y extorsionan aliados y enemigos. Ya lo traen a salto de mata.
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